La cabeza y la mandíbula de Sue muestran las cicatrices causadas por el parásito / Universidad de Queensland
Como si de un capítulo de CSI se tratara, un equipo de científicos ha conseguido resolver el misterio de la muerte de Sue, el más grande, completo y mejor preservado ejemplar de Tiranosaurus rex encontrado hasta ahora. Una de las principales hipótesis apuntaban a que el famoso dinosaurio, atracción estrella del Museo Field de Chicago, salió derrotado en un cruento combate con otro sangriento congénere, pero la realidad parece mucho más prosaica. Al parecer, fue un humilde parásito -común entre las aves actuales- el que consiguió tumbar a una bestia de trece metros de largo y siete toneladas de peso.
Los restos de Sue muestran unas curiosas incisiones en la mandíbula que muchos atribuían a las señales de un choque de titanes, posiblemente a la pelea con otro T. rex. Tras estudiar los restos, científicos de la Universidad de Queensland (Australia) llegaron a otra conclusión. Los investigadores creen que Sue padecía tricomonosis, una enfermedad provocada por el parásito Trichomonas gallinae, un protozoo unicelular que algunas aves modernas, como las palomas, albergan casi sin enterarse, aunque sí afecta más a las rapaces. La infección en la garganta y en la boca de Sue pudo haber sido tan grave que el dinosaurio era incapaz de tragar y murió de hambre.
Prácticas caníbales«Es irónico pensar que un animal tan aterrador como Sue probablemente murió por la infección de un parásito. Nunca volveremos a mirar igual a una paloma», apunta el investigador Steven Salisbury. El científico y su equipo analizaron la mandíbula de Sue y las de 60 especímenes de tiranosaurio. Casi el 15% mostraba lesiones que previamente se habían atribuido a mordiscos, pero que podían haber sido causadas por infecciones bacterianas. Estos agujeros medían de 0,5 a 2,5 centímetros.
Las citratrices de peleas entre tiranosaurios y otros dinosaurios son habituales, pero difieren notablemente de las lesiones de tricomonosis, según Ewan Wolff, un paleontólogo de vertebrados de la Universidad de Wisconsin en Madison. Los agujeros que hace el parásito son más limpios y de bordes lisos, mientras que los mordiscos son desordenados, con perforación del hueso. Como se sabe que los tiranosaurios luchaban entre sí y a veces incluso tenían prácticas caníbales y se devoraban unos a otros, el parásito pudo expandirse de esta forma. Como no hay evidencia conocida de tricomonosis en otros dinosaurios, los investigadores creen que los tiranosaurios fueron la fuente de la enfermedad y la transmitieron al entorno.
Los resultados del estudio, que publica la revista PLoS ONE, refuerzan las múltiples conexiones que existen entre los dinosaurios y las aves.
Los restos de Sue muestran unas curiosas incisiones en la mandíbula que muchos atribuían a las señales de un choque de titanes, posiblemente a la pelea con otro T. rex. Tras estudiar los restos, científicos de la Universidad de Queensland (Australia) llegaron a otra conclusión. Los investigadores creen que Sue padecía tricomonosis, una enfermedad provocada por el parásito Trichomonas gallinae, un protozoo unicelular que algunas aves modernas, como las palomas, albergan casi sin enterarse, aunque sí afecta más a las rapaces. La infección en la garganta y en la boca de Sue pudo haber sido tan grave que el dinosaurio era incapaz de tragar y murió de hambre.
Prácticas caníbales«Es irónico pensar que un animal tan aterrador como Sue probablemente murió por la infección de un parásito. Nunca volveremos a mirar igual a una paloma», apunta el investigador Steven Salisbury. El científico y su equipo analizaron la mandíbula de Sue y las de 60 especímenes de tiranosaurio. Casi el 15% mostraba lesiones que previamente se habían atribuido a mordiscos, pero que podían haber sido causadas por infecciones bacterianas. Estos agujeros medían de 0,5 a 2,5 centímetros.
Las citratrices de peleas entre tiranosaurios y otros dinosaurios son habituales, pero difieren notablemente de las lesiones de tricomonosis, según Ewan Wolff, un paleontólogo de vertebrados de la Universidad de Wisconsin en Madison. Los agujeros que hace el parásito son más limpios y de bordes lisos, mientras que los mordiscos son desordenados, con perforación del hueso. Como se sabe que los tiranosaurios luchaban entre sí y a veces incluso tenían prácticas caníbales y se devoraban unos a otros, el parásito pudo expandirse de esta forma. Como no hay evidencia conocida de tricomonosis en otros dinosaurios, los investigadores creen que los tiranosaurios fueron la fuente de la enfermedad y la transmitieron al entorno.
Los resultados del estudio, que publica la revista PLoS ONE, refuerzan las múltiples conexiones que existen entre los dinosaurios y las aves.
Fuente:abc.es
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