miércoles, 29 de febrero de 2012

Hallazgo micropaleontológico de Martha Carolina Aguillón


Los descubrimientos constituyen un hallazgo en la investigación.

La micropaleontología se encarga del maravilloso mundo de los fósiles diminutos e invisibles, es decir, ahonda en aquello que ante nuestros ojos es difícil distinguir. En esta disciplina encaja nuestro nuevo hallazgo, el Peneteius aquilonious o lagarto teíido que habitó en Norteamérica.

Este descubrimiento fue realizado por la M.C. Martha Carolina Aguillón Martínez de la Coordinación de Paleontología de Secretaría de Educación y el Museo del Desierto, al analizar sedimento de una de las 6 localidades con microvertebrados enclavadas en el municipio de General Cepeda, Coahuila.

Con la ayuda del microscopio, encontró un fragmento de maxila con un diente, mas un diente aislado que corresponden a la parte posterior de la mandíbula del lagarto. Estos fósiles pertenecen a la Formación Cerro del Pueblo, del Cretácico Superior en Coahuila, México. 72 millones de años, es decir, en periodo Cretácico Superior de la era Mesozoica.

En la maxila se observa un diente que es subacrodon, es decir que está cementado o pegado al hueso de la mandíbula en lugar de surgir de un hueco como es lo más común. La base de los diente es ovalada. Además, la corona del diente cuenta con seis cúspides. El par de cúspides centrales es el más alto y grande de todos. Entre las cúspides primarias se forma un borde en forma de V. Esto es poco común porque otros dientes de lagartos no presentan cúspides.

Estos fósiles pertenecen al género extinto de lagartos descritos como Peneteious dentro de la familia Teiidae. Debido a la fragilidad y tamaño de este lagarto, sus restos son muy escasos. Sólo se han encontrado mandíbulas y dientes aislados en Montana, Utha, Texas y ahora, gracias a este hallazgo, en Coahuila, México.

CARACTERÍSTICAS

Martha Carolina comenta sobre su hallazgo: "Los lagartos que pertenecían al género Peneteious tenían dientes únicos y diferentes al resto, puesto que contaban con múltiples cúspides tal como ocurre en los dientes de mamífero. Debido a ello se ha creado una controversia entre los especialistas respecto a cuál pudo haber sido la forma de alimentación de éstos lagartos ya extintos".

Se estima, según declaraciones de Aguillón Martínez, que este lagarto era carnívoro, se alimentaba de pequeños vertebrados e insectos y solían ser agresivos. El ejemplar al que corresponden los dientes pudo haber tenido un tamaño que oscilaba entre los siete y 70 centímetros de longitud. Su cuerpo era aplanado, bien desarrollado y posee una característica única: la presencia de sólo cuatro dedos en el pie, pues el quinto dedo presente en el resto de las especies de Teiida está atrofiado.

Debido al estudio de la forma tan particular de los dientes fósiles encontrados en Coahuila, se determinó que están emparentados con los teiidos. Dentro de los teíidos (Teiidae) tenemos a Tupinambis rufescens (lagarto colorado, tegu (tejú) colorado o peni) y a Teius teyou, (cola de látigo o corredora); ambos presentan dientes laterales sólo con dos cúspides.

Detalle:

Los teíidos (Teiidae) son una familia de saurópsidos (reptiles) escamosos que incluye lagartijas de cuerpo alargado, con miembros bien desarrollados. Eran carnívoros u omnívoros, cazaban pequeños vertebrados y artrópodos.

Peneteious es un lagarto que coexistió con los dinosaurios de Coahuila. El hallazgo es excepcional debido al tamaño microscópico de sus dientes y a los millones de años que logró preservarse.

La recuperación de restos fósiles del lagarto Peneteious en Coahuila, México, expande su distribución geográfica en Norte América durante la era Mesozoica. Es el segundo lagarto fósil encontrado e identificado para Mesozoico de Coahuila.

Fuente: eldiariodecoahuila.com.mx

Hallado un nuevo ejemplar de dinosaurio de Teruel


Paleontólogos de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis han descubierto restos fósiles de un nuevo dinosaurio de Teruel. Se trata de un ejemplar de la especie Tastavinsaurus sanzi, el saurópodo más completo del período del Cretácico Inferior de Europa. Dicho hallazgo ha sido publicado recientemente en la revista científica internacional 'Cretaceous Research'.

Este nuevo ejemplar de Tastavinsaurus sanzi ha sido encontrado en la localidad turolense de El Castellar, conocida en el ámbito científico internacional por la relevancia de sus yacimientos de icnitas de dinosaurio.

De los huesos fósiles hallados, del esqueleto de dicho dinosaurio, se ha encontrado un hueso de la pata delantera, el radio, la pata trasera completa, costillas y restos de la cintura pélvica o cadera. Se estima, que la edad en la que vivió este espécimen fue en el Aptiense inferior entre 110-105 millones de años de antigüedad.

Este descubriendo cobra mayor importancia, ya que en el artículo publicado se aportan nuevos datos de elementos óseos desconocidos, como el radio o el tobillo y se confirma la presencia de un nuevo grupo de saurópodos en el Cretácico Inferior, cuyo nombre es el de Laurasiformes con representantes en Europa y Estados Unidos.

Los autores de este trabajo han sido Rafael Royo Torres, Luis Alcalá y Alberto Cobos, todos ellos paleontólogos de la Fundación Dinópolis.

TASTAVINSAURUS SANZI

Este dinosaurio turolense cuenta con dos ejemplares, uno en Peñarroya de Tastavins, en la sede de Territorio Dinópolis, Inhóspitak, en la cual se muestran los fósiles originales de este dinosaurio hallado en 1996, junto con su réplica completa construida por los paleontólogos de Dinópolis, convirtiéndose en el único esqueleto de un dinosaurio español montado hasta la fecha.

El otro ejemplar, descubierto recientemente y protagonista de la publicación en la revista 'Cretaceus Research', que se encontró en El Castellar.

Fuente: EuropaPress

martes, 28 de febrero de 2012

Reconstruyen pingüinos gigantes de la prehistoria


Esta reconstrucción se realizó en base a los fósiles de dos esqueletos de estos animales prehistóricos, cuyos restos completos fueron hallados por primera vez en 1977 en Nueva Zelanda, y tomando como modelo la estructura ósea de otro pingüino rey moderno.

Este animal, de “tronco delgado, aletas largas” y “patas cortas y gruesas”, hubiera medido parado “alrededor de 4 pies y dos pulgadas (1,25 metros), unos 30 centímetros más que el pingüino emperador“, explicó el líder de esta investigación, Dan Ksepka, en declaraciones citadas hoy por la cadena de televisión TVNZ.

”Pero si hubiéramos hecho la reconstrucción mediante la extrapolación del largo de sus alas, mediría más de 6 pies (1,8 metros) de altura“, acotó Ksepka, quien es investigador de la Universidad del Estado de Carolina del Norte de Estados Unidos.

Hace 25 millones de años, la mayor parte del territorio neozelandés se encontraba sumergido bajo el agua y había pequeñas porciones de masas rocosas que protegían a Kairuku de sus depredadores y proveían a este pingüino gigante de suficiente comida para sobrevivir. Kairuku, una de las cinco especies de pingüinos que se cree habitaron Nueva Zelanda en el período del Oligoceno, ha sido inscrito formalmente en el catálogo científico tras la reciente publicación de esta investigación en la Revista de Paleontología Vertebrada.

Chris Gaskin, quien trabaja para el Museo de Geología de Nueva Zelanda y de la Universidad de Otago, ha recreado una imagen de dos de estos pingüinos Kairuku parados en la orilla junto a un delfín Waipatia varado. Esta reproducción ”prácticamente te hace sentir cómo (en ese momento) azota el viento, cómo la arena y el mar se rocían en el aire mientras los dos pingüinos vienen a la orilla", describió Ksepka en un blog citado por TVNZ.

Ksepka consideró que Nueva Zelanda almacena fósiles excepcionales que pueden dar claves importantes a la historia de los pingüinos y otras criaturas marinas. El primer fósil del esqueleto completo de un Kairuku fue descubierto en el país oceánico por el paleontólogo neozelandés Ewan Fordyce de la Universidad de Otago en 1977. Desde entonces se han hallado otros restos de este animal.

En 2009 y 2011, Ksepka y otro colega estadounidense, Paul Brinkman, viajaron a Nueva Zelanda para trabajar junto a Fordyce y dos ex estudiantes de la Universidad de Otago, Tatsuro Ando y Craig Jones, en la reconstrucción de estos animales marinos.

Fuente: abc.com

Científicos hallan fósiles antárticos de tiburones y reptiles de 70 millones de años

Expertos chilenos encontraron especies que confirmarían que Antártica fue una zona subtropical.


Joaquín Bastías (izq) con vertebras de tiburon gigante y Alexander Vargas con vertebras de plesiosaurio.

"Ojalá encontremos restos de dinosaurios. Buscamos alguno que haya habitado el continente hace 70 millones de años", contaba a La Tercera en enero pasado David Rubilar, jefe del área de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), días antes de embarcarse rumbo a la isla James Ross, en el noreste de la península antártica.

El miércoles regresó con un preciado cargamento. "Nos fue excelente. Paleontológicamente hablando, cumplimos nuestro objetivo", asegura. Luego de tres semanas en la isla junto a un equipo de siete expertos del MNHN y de la U. de Chile, regresó con una decena de fósiles, que incluyen restos de plesiosaurios y mosasaurios, dos reptiles marinos que habitaron junto a otros dinosaurios el período Cretácico, es decir, hace 70 millones de años.

En ambos casos, se rescataron restos de vértebras, huesos e incluso dientes, los que serán analizados para saber más de estos reptiles. "En el caso del mosasaurio, por ejemplo, está muy emparentado con el dragón de Komodo, pero este sería su versión marina".

Además, los investigadores encontraron los restos fosilizados de tiburones gigantes, que corresponden a los géneros Cretalamna y Centrophoroides, y que no nunca habían sido descritos en la zona antártica.

No es todo. Los expertos también hallaron fósiles de moluscos, pinzas de cangrejos, erizos, corales, e incluso un tronco petrificado.

Según el experto, una vez hecho un análisis individual, los fósiles permitirán saber más de cada especie y se podrá configurar un panorama de cómo era esa zona de la Antártica hace 70 millones de años. "Sabemos que era un ambiente marino de tipo costero. Una zona que, aparte de vertebrados, tenía muchos restos de vegetales", explica Rubilar. "Las condiciones climáticas y ecosistemas han cambiado mucho en la Antártica. Estudios previos indican que el continente se asemejaba más a una zona subtropical", dice el paleontólogo.

Caminar para explorar

La expedición formó parte de la avanzada científica que cada verano llega hasta el continente helado ayudada por el Instituto Antártico Chileno (Inach) , época ideal para investigar en el continente blanco.

De hecho, gracias al buen tiempo de los primeros días, los expertos pudieron recolectar una gran cantidad de muestras sólo por poder recorrer la isla a pie. "La técnica que se usa es la de prospección superficial", explica Rubilar. Es decir, se recorre la isla a pie, y una vez que se ubican restos que salen a la superficie por causa de la erosión natural en rocas, se empieza a excavar en el sector en busca de fósiles. "Por ejemplo, parte de los restos de los reptiles estaban en una roca de una colina, cercana al llamado Arroyo Tiburón", dice Rubilar.

Sin embargo, pese a lo exitoso de la expedición, los últimos cuatro días hubo viento blanco en la zona, lo que complicó las investigaciones, no sólo por las dificultades meteorológicas, sino porque el tiempo los obligó a resguardarse por cuatro días en sus carpas. "Hay que comprender que las condiciones que hay en la Antártica te llevan al límite de la convivencia. Entonces, tener un grupo cohesionado es fundamental", dice Rubilar.

De hecho, el equipo finalmente tuvo que ser rescatado por la Armada, a través del rompehielos Almirante Oscar Viel, ya que la tormenta rompió carpas, poniendo en peligro la expedición y el material recolectado.

Ya a salvo, los expertos ahora seguirán con su investigación en los laboratorios de la U. de Chile y el MNHN, trabajo denominado preparación, que implica sacar de la roca los fósiles. "Una vez terminada esta etapa, podemos examinar mejor el material encontrado y ahí podemos concluir nuevas cosas. Hoy sólo tenemos indicios preliminares, hasta no despejar la roca del fósil no se puede concluir nada".

Fuente: diario.latercera.com

Aparecen en el Pallars Jussà los fósiles de una nueva especie de tortuga


Restos de la tortuga prehistórica 'Polysternon isonae' hallados en el Pallars Jussà. ICP

Un equipo de paleontólogos ha descubierto en un yacimiento del municipio de Isona i Conca Dellà, en el Pallars Jussà, los restos fosilizados de una nueva especie de tortuga que convivió con los dinosaurios y que al parecer se extinguió con ellos, al final del periodo Cretáceo.

Los investigadores responsables de la excavación, procedentes del Institut Catatà de Paleontologia Miquel Crusafont en Sabadell (ICP), del Museu de la Conca Dellà (MCD) y de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), han bautizado la nueva especie como Polysternon isonae. Los detalles de la investigación se han publicado en la revista Cretaceous Research.

Antigua llanura costera

Reconstrucción del aspecto que tenía la tortuga prehistórica. ICP


El Prepirineo de Lleida es una zona muy rica en fósiles de dinosaurios de hace entre 65 y 70 millones de años, tanto restos de huesos, como huevos y pisadas. Lo que hoy es un territorio montañoso era entonces una llanura costera abierta hacia el océano Atlántico, con un clima tropical mucho más cálido y una vegetación abundante en la que se podían encontrar incluso palmeras. Era un rico territorio habitado no solo por dinosaurios, sino también cocodrilos, peces y un largo sinfín de especies, cuyos restos, resguardados durante millones de años bajo la tierra y las rocas, están saliendo a la luz gracias a las campañas de excavación que desde hace varios años se llevan a cabo en la zona.

Según ha informado en una nota el ICP, loa trabajos han permitido conocer que uno de los animales habituales de estos ecosistemas eran las tortugas, cuyos restos fósiles son bastante abundantes y consisten, básicamente, en placas del caparazón aisladas o pequeños conjuntos de placas que pueden ayudar a tener una idea general de la morfología y el tamaño del animal.

Caparazones enteros

En cambio, el hallazgo de caparazones enteros es poco frecuente y aún más excepcional son aquellos que conservan partes del esqueleto en su interior. En uno de los yacimientos de Isona, el del Barranc de Torrebilles, los paleontólogos han descubierto restos bastante completos que han permitido describir una la nueva especie de tortuga.

Los restos consisten en decenas de placas aisladas derivadas de la fragmentación del caparazón, así como dos fragmentos de armazón que, sin ser del todo completos, muestran rasgos morfológicos que han permitido describir la nueva especie. Estos restos se recuperaron durante dos campañas de excavación durante los años 2008 y 2009, aunque no ha sido hasta ahora cuando se ha hecho público el descubrimiento.

Hasta ahora se conocían dos especies de tortuga del género Polysternon: la provinciale y la atlanticum, además de una posible tercera, la mechinorum. Estas tortugas habitaban la zona que actualmente corresponde al sur de Francia y la península Ibérica y eran animales adaptados a la natación que vivían en aguas dulces, en las zonas más profundas de los ríos y lagos.

Estrato de gres

Las tortugas de la nueva especie, la isonae, tenían el caparazón ovalado y medían unos 50 centímetros de largo y unos 40 de ancho. Sus restos se han conservado durante millones de años en un estrato de gres muy duro que actualmente aflora en el Barranc de Torrebilles. A diferencia de otros géneros de tortugas, parece ser que las Polysternon no sobrevivieron al final de Cretácico y se extinguieron a la vez que los dinosaurios.

Fuente: elperiodico.com

lunes, 6 de febrero de 2012

Descrita una araña de Utrillas atrapada en ámbar durante más de cien millones de años


Un nuevo artículo publicado en la revista “Palaeontology” vuelve a colocar en el foco de la paleontología internacional al yacimiento de San Just, ubicado en la localidad turolense de Utrillas. En esta publicación se describen tres arañas españolas procedentes de los yacimientos cretácicos de ámbar situados en El Soplao (Cantabria), Peñacerrada I (Burgos) y San Just (Teruel).

Estas nuevas arañas representan los miembros más antiguos descritos de la familia Oonopidae a día de hoy, y pertenecen uno de sus linajes más antiguos: el género Orchestina. Actualmente, las arañas de esta familia son pequeñas merodeadoras de distribución geográfica mundial, que viven en multitud de hábitats, como por ejemplo entre la maleza o la corteza de los árboles, o bajo piedras u hojarasca.

La araña de San Just, depositada en la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis (Museo Aragonés de Paleontología), ha sido descrita gracias a que ha sido posible tomografiar dicho ejemplar mediante luz sincrotrón en la European Synchrotron Radiation Facility (ESRF) en Grenoble (Francia).

En este trabajo de investigación, se ha definido por primera vez un ejemplar de araña utilizando tomografías (técnica de procesado de imágenes por secciones) obtenidas mediante radiación sincrotrón, demostrándose una vez más que esta técnica supone una revolución para la Paleontología.

Las tomografías por contraste de fase mediante luz sincrotrón, permiten la obtención de un modelo tridimensional de alta resolución del insecto fosilizado que se está estudiando. Al final del proceso de reconstrucción, es posible orientar este modelo a voluntad para observar los caracteres de interés en el ejemplar e incluso realizar disecciones virtuales del mismo para acceder a información que, de otro modo, permanecería oculta en el interior. Además, la técnica resulta vital para el estudio de ámbares opacos, en los que los métodos ópticos convencionales (microscopía) no tienen utilidad.

De las tres arañas españolas, la de “El Soplao” es la única que se ha podido reconocer como nueva especie por ser macho, ya que las hembras carecen de los caracteres necesarios para designar nuevas especies en la familia de los oonópidos. En este trabajo de investigación también se describe otra de estas arañas en el ámbar opaco francés, algo más reciente que los ámbares españoles.

Los autores de este trabajo de investigación son científicos pertenecientes a la Universidad de Kansas (Estados Unidos), la Universitat de Barcelona (UB) y la ESRF (Francia). Todos ellos son miembros del equipo AMBARES, formando parte de un proyecto a cargo del Ministerio de Economía y Competitividad que estudia los ámbares del Cretácico de España. El trabajo ha contado con el apoyo, entre otros, de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón, del Ayuntamiento de Utrillas y de Caja Rural de Teruel.

Fuente: aragondigital.es