sábado, 26 de mayo de 2012

Así aprendieron a caminar los vertebrados


 Un equipo de investigadores británicos del Royal Veterinary College y de la Universidad de Cambridge publican hoy en Nature un estudio que muestra cómo los primeros vertebrados lograron salir del mar para empezar a moverse en tierra firme hace casi 400 millones de años. Un hito que llevó después al desarrollo de toda clase de especies terrestres, incluída la nuestra.


Hace 360 millones de años, en el Devónico, la Tierra era muy diferente de la que conocemos hoy. Dos supercontinentes, Gondwana y Euroamérica, se apiñaban en un solo hemisferio dejando al océano todo el resto del planeta. Mucho tiempo después esas dos masas de tierra se unirían para formar Pangea, el supercontinente único que hace unos 200 millones de años, terminó por "romperse" en los cinco continentes actuales.

Tampoco la vida, en aquél tiempo lejano, se parecía a la que podemos ver hoy a nuestro alrededor. La inmensa mayor parte de las especies vivas no eran terrestres, sino marinas. Los continentes estaban dominados por enormes escorpiones, ciempiés, ácaros y libélulas de casi un metro de longitud, dueños absolutos de los bosques y otros recursos vegetales que empezaban a extenderse como un manto sobre las tierras emergidas.

A finales del Devónico, además, la vida misma en la Tierra se vio sometida a una de las pruebas más duras de toda su historia. En apenas un puñado de millones de años, el 85% de todas las especies vivas desaparecieron en una de las mayores extinciones que se conocen. La vida en el mar, la más extendida, se llevó la peor parte en una catástrofe cuyo origen sigue siendo incierto, aunque se cree que, igual que sucedió en otros periodos de extinción masiva, la causa pudo ser el impacto de un gran meteorito.

Sin embargo, hace 360 millones de años, a finales del Devónico, se produjo un hecho de la máxima importancia. Algunos vertebrados marinos, los tetrápodos, empezaron a asomar fuera del agua y a arrastrarse torpemente por tierrafirme. Ellos fueron los pioneros y los precursores de todos los vertebrados que, con el paso del tiempo, se fueron desarrollando por todo el planeta, terminando con la era de los grandes artrópodos.

Por supuesto, en el periodo de transición entre el agua y la tierra, aquellas criaturas tuvieron por fuerza que adaptarse a unas condiciones absolutamente diferentes. Moverse por el agua no es lo mismo que hacerlo en tierra, y requiere de profundas adaptaciones anatómicas.

Cómo lograban desplazarse aquellos primeros anfibios ha constituido, hasta ahora, un misterio de difícil solución. Pero el estudio dirigido por Stepanie E. Pierce y el profesor John R. Hutchinson, del Royal Veterinary College, y por Jennifer A. Clack, de la Universidad de Cambridge, ha conseguido por fin arrojar luz sobre la cuestión.

Los investigadores analizaron la capacidad de movimientos de las extremidades de Ichthyostega, quizá el primero de los vertebrados capaz de desplazarse en tierra firme, y han conseguido realizar una reconstrucción tridimensional del esqueleto completo de este animal, que vivió a finales del Devónico, hace 360 millones de años.

En palabras de Stepanie Pierce, "Nos ha llevado tres años de intenso trabajo, y con un material fósil muy difícil, pero por fin hemos conseguido ver cómo se mantenía unido el esqueleto de un Ichthyostega y cómo debió de moverse el animal. Resulta muy excitante, ya que nos permite examinar al detalle cómo los antiguos vertebrados llevaron a cabo la monumental transición que es necesaria para pasar de nadar a caminar"

Para probar cómo "funcionaban" las extremidades de Ichthyostega, el equipo de investigadores escaneó decenas de fósiles procedentes de diversos especímenes y "separó" digitalmente los huesos de la roca que los rodeaba. Después, cada hueso fue colocado exactamente en el lugar de la anatomía correspondiente y manipulado para comprobar cuál era su auténtico rango de movimientos.

En palabras de Clack, "nuestra reconstrucción demuestra que la vieja idea, la que se ve en los libros y en los museos, de que Ichthhyostega se parecía y se movía como una salamandra grande, es incorrecta".

Comparando los datos obtenidos en su simulación con los movimientos reales de cinco especies actuales (salamandras, cocodrilos, ornitorrincos, focas y nutrias), los científicos se dieron cuenta de que tanto los hombros como las articulaciones de las caderas de Ichthyostega limitaban extraordinariamente su posibilidad de movimiento, lo que significa que el animal no debió de caminar por tierra de una forma habitual. El estudio, además, reveló que las patas traseras de Ichthyostega eran incapaces de rotar a lo largo de su eje mayor, algo crítico para la locomoción de los actuales animales terrestres.

Este hecho implica que estos primeros animales terrestres no eran capaces de caminar bien usando sus cuatro patas, y que se desplazaban quizá de la misma forma en que lo hacen las focas actuales: es decir, usando sus dos extremidades delanteras como si fueran muletas para impulsar el resto del cuerpo. Las patas traseras, probablemente sólo cumplían funciones de apoyo y equilibrio del resto del cuerpo.
 
Según los investigadores, tuvo que pasar mucho tiempo para que las extremidades traseras de Ichthyostega adquirieran la capacidad de rotación (algo que, sorprendentemente, sí que tienen las aletas de muchos peces) y pudieran, por lo tanto, ser utilizadas para caminar como lo hacen los anfibios actuales.

El siguiente paso será realizar modelos similares con el resto del esqueleto de esta extraordinaria criatura, para llevar así a cabo análisis biomecánicos mucho más detallados y responder, de paso, a nuevas y acuciantes preguntas. Por ejemplo, ¿Cómo evolucionó la capacidad de los vertebrados para correr?








Fuente: abc.es

miércoles, 23 de mayo de 2012

Hallan restos de gigantesco perezoso en río Uruguay

Prehistoria. Un pescador fue quien lo halló y lo entregó al museo histórico de Soriano

Un pescador de Nuevo Berlín, halló en aguas del río Uruguay, un hueso perteneciente a un Glosoterio extinguido hace unos 15 mil años. Un gigantesco habitante de la prehistoria uruguaya que causó sorpresa al pescador y ahora es materia de estudio.

Este tipo de perezosos gigantes, de gran tamaño y hábitos terrestres, estuvo emparentado con la especie Megatherium (o Megatério), del género Paramylodon que habitó América del Norte.

"El Glossotherium habitó las tierras de América del Sur, en el Pleistoceno que comenzó hace aproximadamente 2,5 millones de años y se extinguió hacia el final de éste, hace unos 12.000 años", explicó Aparicio Arcaus, responsable del museo Berro de la Intendencia de Soriano, que funciona en instalaciones del Castillo Mauá.

El cambio climático y la posible caza humana, redujeron drásticamente su presencia en estas tierras hasta su desaparición en el Holoceno (época más reciente del período cuaternario), refirió el historiador.

Arcaus consultó con técnicos del Museo de Historia Nacional, que llegaron a la conclusión que se trata de un húmero de Glosoterio, animal básicamente herbívoro que llegó a medir cuatro metros de largo y dos de altura.

Perteneciente al grupo de Xenarthro, poseía una composición corpulenta, de cabeza grande y cola larga y pesada. Con pies largos y garras envueltas, se ha comprobado recientemente que podía cavar cuevas e invernar en ellas.

Si bien no es la primera vez que aparecen piezas de este tipo, no hay más que recordar los hallazgos que se vienen estudiando en la zona del Sauce, donde también encontraron huesos de perezosos y también de Megaterios. Un pasado remoto que comienza a emerger en distintos puntos del país.

Pero ligado al descubrimiento está la persona que no sólo halló la pieza, sino que también se preocupó de preservar el hallazgo al intuir su alto valor histórico. No era un estudioso del tema, ni un educador. Nada de eso. Se trata de un modesto pescador artesanal que, incluso, llegó a rechazar dinero y prefirió entregar los restos al museo a cargo de la Intendencia de Soriano.

Luis Alberto Engle fue el pescador que, en Nuevo Berlín, encontró el hueso mientras recogía sus redes de pesca en el río Uruguay.

"Como todos los días fui con mi compañero a levantar el trasmallo (arte de pesca de tres redes) y pensé que los grampines se habían atracado, pero al hacer un poco de fuerza recogí con sorpresa esta pieza ósea de siete kilogramos", contó Engle a El País.

Dijo que le retiró algunas conchitas y caracoles que estaban adheridos al hueso. Desde el museo Berro le pidieron que lo conservara en la misma agua de río tal como fue encontrado.

El humilde pescador que vive en una precaria vivienda, contó a El País que no tiene inconvenientes en ceder la pieza para su estudio y negó el ofrecimiento de dinero a cambio de ella. "En los años que tengo como pescador nunca vi cosa igual. Me negué a cambiarla por dos mil pesos, como me ofrecieron, porque sé que tiene algún valor histórico", explicó.

Aparicio Arcaus explicó que este tipo de hallazgos "forman parte de nuestro patrimonio y a través de estas piezas se recupera información sobre la forma de vida de animales que vivieron en estos suelos".

El técnico mercedario dijo que aunque el vecino no done la pieza al museo, "es bueno que la entregue en préstamo a gente que sabe de esto, para que se estudie y luego el conocimiento sea socializado".
Un gigante perezoso

El Glossotherium (del griego "bestia lengua") pertenece al extinto género de los perezosos gigantes que habitaron América del Sur. Este gigante de hábitos herbívoros de alimentación, se extinguió hace unos 15.000 años, se cree que debido al cambio climático, o puede que también debido a los primeros cazadores humanos. Uno de los fósiles más antiguos se descubrió en el interior de Argentina.

Fuente: El País Digital

jueves, 17 de mayo de 2012

Dinosaurios tenían artritis

 Una mandíbula de dos metros de un pliosaurio presentó indicios de esta enfermedad degenerativa, se cree fue consecuencia del proceso de envejecimiento del animal

 
El animal jurásico era capaz de desgarrar, con su mandíbula, otros dinosaurios y reptiles marinos. (Foto: Tomada de la Universidad de Bristol )

Científicos de la Universidad de Bristol, Inglaterra, descubrieron indicios de que la artritis, una enfermedad degenerativa de las articulaciones, ya existía en animales hace 150 millones de años.

Tras estudiar una mandíbula fósil de un pliosaurio, un reptil marino de ocho metros de largo con una cabeza similar a la de los cocodrilos, se encontraron señales de la enfermedad degenerativa que había provocado el desplazamiento anormal del maxilar inferior.

Hasta ahora no se había descrito algo parecido en animales del Jurásico, aseguró BBC Mundo.

La mandíbula media cerca de dos metros, con dientes de 20 cm, y era capaz de desgarrar a otros dinosaurios y reptiles marinos. Los huesos fueron hallados en Westbury, al suroeste de Inglaterra y pertenecen al Museo de Bristol.

Judyth Sassoon, investigadora que hizo el descubrimiento, concluyó que el pliosaurio debió vivir con la mandíbula torcida durante una largo tiempo, gracias a las marcas dejadas, al morder, por los dientes de la mandíbula superior.

Hasta ahora se cree que la mandíbula perteneció a una hembra que desarrollo la enfermedad como parte del proceso de envejecimiento. El tamaño del fósil y los huesos soldados del cráneo indican que era un animal maduro.

También se encontraron señales de una fractura en la mandíbula del animal que nunca sanó. Esto sugiere que los huesos se debilitaron y se quebraron, lo que pudo llevar a la muerte al pliosaurio.

Este tipo de enfermedades degenerativas se puede observar en la actualidad en cocodrilos y ballenas, pudiendo sobrevivir durante varios años.

Fuente:eluniversal.com.mx

Hallan los insectos polinizadores más antiguos conocidos hasta hoy

Hace 110 millones de años, en plena era de dinosaurios, un grupo de insectos que transportaba polen quedó atrapado en gotas de resina. Eran cuatro hembras de tisanópteros -o trips-, con el cuerpo recubierto de granos de polen, que se han conservado hasta ahora en una pieza de ámbar de Álava. Se trata de la evidencia de polinización más antigua conocida hasta hoy, y la única del Mesozoico (hace entre 250 y 65 millones de años).

Los expertos Enrique Peñalver y Eduardo Barrón, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME); Xavier Delclòs, del departamento de Estratigrafía, Paleontología y Geociencias Marinas de la Universidad de Barcelona (UB); y Carmen Soriano, del Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón, entre otros, presentan este nuevo hallazgo: cuatro hembras de tisanópteros conservadas en ámbar de Álava desde hace entre 105 y 110 millones de años, con el cuerpo cubierto de polen de gimnospermas.

El fósil principal se digitalizó con holotomografía de sincrotrón en Grenoble (Francia) para conocer la distribución de los granos de polen en el cuerpo, de manera que se generó una película que permitía apreciar en tres dimensiones este diminuto fósil y el polen que transportaba.
Pelos con pequeños anillos seriados

Según el estudio que se publica en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), una de las hembras quedó atrapada en la resina cuando transportaba 140 granos, mientras que otra transportaba 137 granos. Estos insectos, de menos de dos milímetros de longitud, presentan en su cuerpo unos pelos con pequeños anillos seriados, que no se habían visto nunca antes, que facilitan la recogida y transporte del polen. Estos pelos son similares a los pelos plumosos del cuerpo de las abejas, que realizan la misma función.

Los investigadores también han encontrado machos, pero sin estos pelos y sin polen. Los insectos se han descrito dentro de un nuevo género cuyo nombre, Gymnopollisthrips, hace referencia a las gimnospermas, al polen y a los trips. A partir del conjunto de fósiles, los expertos han descrito dos especies, G. minor y G. maior.

Este género extinto, Gymnopollisthrips, pertenece a una familia que existe actualmente, la Melanthripidae. Todos los datos, incluido el de la cantidad de granos transportados por cada hembra, indican que los Gymnopollisthrips eran un eficiente polinizador, a la altura de los polinizadores de angiospermas actuales más eficientes.

Las plantas necesitan intercambiar el polen para reproducirse, y los insectos son la vía más eficiente. En la actualidad, existen unas 200.000 especies de animales polinizadores, la mayoría de ellos insectos.

La polinización por insectos ?especialmente mariposas, abejas y moscas? es un proceso que siempre se asocia a las plantas con flores (angiospermas), de las que actualmente hay más de 240.000 especies. Los tisanópteros son unos insectos diminutos, considerados polinizadores poco eficientes durante mucho tiempo, que se alimentan generalmente de tejidos vegetales y polen ?normalmente de angiospermas.
¿Qué tipo de polen transportaban los insectos?

La polinización de gimnospermas por parte de insectos es un fenómeno muy raro. Las gimnospermas actuales, como los pinos, los abetos, las araucarias y las cicas, polinizan a través del viento, que transporta el polen al azar. Hace 110 millones de años, en pleno Cretácico (hace entre 135 y 65 millones de años), los bosques estaban constituidos principalmente por gimnospermas, y las angiospermas eran una minoría.

En ese periodo, las gimnospermas resiníferas produjeron mucha cantidad de resina, que ahora se encuentra fosilizada en forma de ámbar, por ejemplo en las piezas de Álava. El estudio concluye que el polen, perteneciente al grupo Cycadopites, pudo producirlo algún tipo de ginkgo o de cica, que actualmente son grupos relictos.

De los ginkgos, ahora solo sobrevive una especie, el Ginkgo biloba, que se considera un fósil viviente. Los granos de polen de esta especie son muy pequeños, de unas 20 milésimas de milímetro, y debían de tener una superficie con cierta capacidad adherente, según se desprende de los agrupamientos observados en el ámbar. Estos dos rasgos son característicos del polen que precisa de los insectos para dispersarse a otras flores.

Por otra parte, se conocen cicas polinizadas por escarabajos y trips. El único caso conocido de un género de trips que poliniza exclusivamente un grupo de cicas se da en Australia. Pero el hallazgo en ámbar español no está relacionado con estos casos australianos, aunque parezca lo contrario.
La polinización de los insectos del Cretácico

Según los expertos, los pelos anillados para recolectar y transportar el polen no surgieron por una presión de selección evolutiva para la polinización. Respecto a los insectos, la polinización que producían debía de ser accidental, aunque el proceso sí debía de implicar cierta presión selectiva para la planta. El beneficio para los trips únicamente se puede comprender si transportaban polen para alimentar a sus larvas.

Eso sugiere que estas nuevas especies debieron de formar colonias con cierta sociabilidad. Este fenómeno, desde la subsociabilidad hasta la verdadera sociabilidad, se ha descrito en algunas especies de trips actuales. No obstante, los fósiles en ámbar encontrados en el norte de España no aportan ningún dato más sobre las posibles características de las colonias.

Aun así, es más probable que las larvas habitasen en los órganos ovulíferos de algún tipo de ginkgo, donde podrían congregarse y hallar un medio protegido. En los yacimientos españoles de ámbar de esa época se encuentran muchos restos de hojas y órganos ovulíferos de un tipo de ginkgo extinto.
Una revolución en los ecosistemas terrestres

La evolución conjunta de las angiospermas y los insectos supuso un gran éxito y determinó el desplazamiento de las gimnospermas debido a una intensa competencia. Esta revolución en los ecosistemas terrestres estaba en sus inicios cuando se produjo la resina que originó el ámbar en España.

Únicamente el ámbar puede mostrar un comportamiento conservado con tanto detalle tras millones de años, como es esta secuencia del proceso de polinización por insectos.

Este hallazgo indica que los trips pudieron constituir uno de los primeros grupos de insectos polinizadores de la historia geológica, mucho antes de que algunos de ellos pasaran a ser polinizadores de las angiospermas.

Los ejemplares del nuevo estudio publicado en el PNAS pertenecen a la colección del Museo de Ciencias Naturales de Álava. Su investigación ha sido posible gracias al apoyo de la Diputación Foral de Álava y a la financiación de un proyecto de I+D del Ministerio de Economía y Competitividad.

Fuente: http://ecodiario.eleconomista.es

viernes, 11 de mayo de 2012

La mano humana se asemeja a la de los primeros homínidos


Restos del pulgar de un simio fósil de Castell de Barberà. La fila superior son diferentes vistas de una falange distal parcial. La fila inferior son las de una falange proximal. Imagen: Sergio Almécija / ICP.

Un nuevo estudio ha descubierto que tener un pulgar largo es una condición primitiva. Los primeros homínidos ya tenían un pulgar relativamente largo, como el de los humanos. En cambio, los simios actuales (que son más grandes que los fósiles) son los que han evolucionado más en este aspecto, al alargar la mano y reducir la longitud del pulgar para poder colgarse de los árboles.

A partir de nuevos restos del pulgar de un simio fósil del yacimiento de Castell de Barberà (Barcelona), los investigadores del Instituto Catalán de Paleontología (ICP) Sergio Almécija (actualmente en el Museo Americano de Historia Natural), David M. Alba y Salvador Moyà-Solà publican una investigación que compara la morfología de la mano de los humanos con la de los grandes simios actuales, y con la de diferentes especies de simios fósiles.

El trabajo, que se publica esta semana en la edición on line del American Journal of Physical Anthropology, se centra en el dedo pulgar, y concluye que tener una mano ligeramente corta con un pulgar relativamente largo es una característica primitiva que ya estaba presente en los simios extintos.

Tener un pulgar largo no estaría directamente relacionado con la evolución de una motricidad fina de las manos, como la que caracteriza a los humanos, sino a la capacidad de los simios fósiles de poder agarrarse a las ramas de los árboles de forma segura mientras caminaban.

No fue hasta más tarde que los simios desarrollaron adaptaciones para la ortogradía (la posición erecta del tronco) que permitió a algunos desplazarse colgándose de las ramas de los árboles (desarrollando manos largas con pulgares cortos) y a los ancestros de los humanos desarrollar el bipedismo. Gracias al hecho de caminar sobre las extremidades inferiores, las manos fueron liberadas en cuanto a la locomoción, y los humanos pudieron sacar el máximo provecho del pulgar para manipular objetos.

El pulgar largo es una adaptación primitiva

En general, los primates presentan unas manos para adaptaciones basadas en la locomoción y en la manipulación. En algunos casos, el pulgar no juega un papel importante en los desplazamientos, pero siempre cobra importancia en las actividades de manipulación. Esto hizo pensar durante mucho tiempo que el largo pulgar de los humanos era una adaptación evolutiva ligada a la capacidad de hacer cosas con las manos.

Sin embrago, el estudio muestra que tener un pulgar largo es una condición primitiva. Los simios fósiles del Mioceno (los primeros homínidos) hace entre 10 y 13 millones de años ya tenían un pulgar relativamente largo, como el de los humanos. En cambio, parece ser que los simios actuales (que son más grandes que los fósiles) son los que han evolucionado más en este aspecto, al alargar la mano y reducir la longitud del pulgar para poder suspenderse bajo las ramas.

Referencia

Almécija, S., Alba, D.M. & Moyà-Solà, S. (2012). "The Thumb of Miocene Apes: New Insights From Castell de Barbera (Catalonia, Spain)". American Journal of Physical Anthropology.
DOI: 10.1002/ajpa.22071

Fuente: tendencias21.net

Los dinosaurios nos fascinan porque dominaron la Tierra antes que nosotros´

José Luis Sanz en la exposición ´Tyrannosaurus rex´ del Parque de las Ciencias. L.O

El paleontólogo y divulgador José Luis Sanz ha inaugurado los actos de celebración del aniversario del Parque de las Ciencias

J.C.CHAMORRO "Los dinosaurios nos fascinan porque representan el linaje de animales que dominaron la Tierra antes que nosotros". Según el paleontólogo y divulgador José Luis Sanz esta es una de las razones por las que estos reptiles que habitaron el planeta durante 160 millones de años despiertan tanto interés y generan tanta inquietud por conocer más sobre su larga estancia en el planeta. Pero, ¿cómo sabemos todo lo que sabemos de ellos? Sanz ha contestado a esta pregunta ante las más de 500 personas de todas las edades que han asistido a la conferencia, con la que ha arrancado el 17º aniversario del Parque de las Ciencias.

La respuesta está en la gran variedad de registros fósiles que los dinosaurios han dejado en las rocas sedimentarias del Mesozoico: "A través de los diferentes documentos fósiles que existen -huesos, huevos y nidos, coprolitos (excrementos), icnitas (huellas fósiles), gastrolitos y contenido digestivo, marcas de depredación y tejidos y estructuras no esqueléticas- podemos conocer cómo eran y cómo vivían, qué tamaño tenían, sus patrones de comportamiento e incluso a la velocidad a la que se desplazaban", explica el paleontólogo.

Una información que cada es más amplia y exhaustiva gracias a la aplicación de nuevas tecnologías. En este sentido, Sanz ha destacado dos: la utilización de los sistemas de escaneado en rayos X y las tecnologías de realidad aumentada adaptada a la paleontología que permiten reconstruir los esqueletos, determinar la musculatura e incluso saber cuál era su peso aproximado.

En los últimos meses también se han producido descubrimientos que nos ayudan a profundizar aún más en el conocimiento de estos animales. Entre ellos, José Luis Sanz se ha referido a las últimas publicaciones científicas sobre el color del plumaje de tres especies de dinosaurios. Un hallazgo que se ha producido a partir del análisis de los melanosomas que han conservado en el sistema tegumentario (órgano que sirve de protección externa al cuerpo de los animales, con varias capas y anejos como glándulas, escamas, pelo y plumas).

Gracias al desarrollo de la paleontología y de la dinosaurología -la disciplina que estudia este grupo de especies- en España se han descubierto más de una decena de dinosaurios. La mayor parte de los restos fósiles se han encontrado en Aragón, Castilla la Mancha, Valencia, Cataluña y Castilla León. Sanz es el autor del descubrimiento del primer dinosaurio que se nombró en España: el Aragosaurus. Este hallazgo se produjo en 1984 y, desde entonces, esta disciplina "ha experimentado una gran evolución en España con aportaciones científicas muy importantes que desvelan cada vez más datos sobre una de las especies que más fascinan al ser humano".

La evolución de esta disciplina depende en gran medida del "clamor popular y de la fascinación que despiertan estos reptiles en todos los públicos" y para ello es imprescindible contar con la colaboración de los museos que son los que "generan opinión e inquietud científica en los ciudadanos", ha aseverado. Así, se ha referido al valor que tienen propuestas como la exposición ´Tyrannosaurus rex´ que aúnan la fascinación y el rigor científico para que todos los públicos "conozcan mejor a los dinosaurios y valoren la importancia de esta ciencia básica", ha añadido.

José Luis Sanz es Catedrático de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Director técnico del Museo Paleontológico de Elche y miembro del consejo científico del Institut Català de Paleontologia (2007 en adelante). También es de numerosos artículos y autor de libros sobre dinosaurios como ´Mitología de los dinosaurios´, ´Dinosaurios, los señores del pasado´ y ´Cazadores de dragones´, entre otros.

Jornada de Puertas Abiertas. Con esta actividad arranca el 17º aniversario del museo que tendrá como eje central la Jornada de Puertas Abiertas este sábado 12 de mayo. La XV Feria de la Ciencia, el concurso fotográfico amateur bajo el lema ´Compartir la ciencia´, música, magia, más de 40 demostraciones científicas realizadas por estudiantes y docentes de toda Andalucía y un programa especial en torno a la botánica son algunas de las propuestas para celebrar el cumpleaños del Parque de las Ciencias. Las puertas del recinto educativo y cultural estarán abiertas de 10.00 a 19.00 horas.

Fuente:laopiniondegranada.es

martes, 8 de mayo de 2012

Hallado el cocodrilo primitivo más grande de la Tierra



Fósil del cráneo del 'Crocodylus thorbjarnarsoni'. | C. Bronchu

Un cocodrilo, tan grande que podía tragarse seres humanos con sólo abrir la boca, habitó hace entre dos y cuatro millones de años en África del Este, compartiendo su entorno con los primeros ancestros de nuestra especie. Llegaba a medir unos nueve metros, bastante más que el más grande que se conocía, lo que le convierte, de momento, en el arcosaurio de mayor tamaño que ha habitado la Tierra.

El hallazgo de los restos de este espectacular ejemplar ha sido publicado por el paleontólogo Christopher Brochu, profesor asociado en la Universidad de Iowa (Estados Unidos), en la revista 'Journal of Vertebrate Paleontology' . "Pudo haber excedido los 8,3 metros de longitud, cuando el cocodrilo del Nilo más grande conocido medía 6, 4 metros y la mayoría son mucho más pequeños", señala Brochu en declaraciones a ELMUNDO.es.

Los fósiles de ese ejemplar se encontraron en un yacimiento en Kenia, no lejos de donde habitan ahora los temibles cocodrilos del Nilo. Fueron hallados hace tiempo, pero fue hace tres años, durante una visita al Museo Nacional de este país africano, cuando el investigador los 'reencontró', descubriendo que era una nueva especie, que no está emparentada con los actuales y es mucho más grande.

Brochu recuerda que estos restos no están lejos de enclaves donde se han encontrado fósiles de homínidos, antepasados de los humanos, por lo que cree que probablemente estos últimos formaban parte de su alimentación. "No hemos encontrado evidencias de esos encuentros, no hay huesos de 'Homo' con mordiscos de estos cocodrilos, pero estos saurios comen todo lo que pueden tragar, y los ancestros humanos de aquel momento no medían ni metro y medio", recuerda Brochu.
Devoradores de humanos

Aún hoy, los cocodrilos son animales peligrosos. En muchos países africanos son comunes esos encuentros, que en ocasiones acaban en graves accidentes en los cauces de ríos y lagos. Hace dos millones de años, también los homínidos se acercaban a beber a sus orillas, o en busca de otros animales para comer. Para Brochu, incluso "puedieron influirles en su forma de entender el mundo".


Comparativa del tamaño del cocodrilo primitivo, los ancestros humanos y nuestra especie. |Chris Brochu

A este gigante del Pleistoceno le bautizó como 'Crocodylus thorbjarnarsoni', en recuerdo de un compañero, John Thorbjarnarson, experto en cocodrilos, que murió de malaria en África hace unos años, mientras investigaba sobre estos animales.

El paleontólogo americano asegura que en la colección de fósiles que se conservan en Nairobi puede haber muchas sorpresas como ésta. La cabeza de cocodrilo que a él le llamó la atención era gigantesca. Necesitó cuatro hombres para levantarla. Y, sin embargo, nadie se había dado cuenta de que se trataba de una especie desconocida hasta ahora. "Se necesita un ojo agudo para darse cuenta de que es algo nuevo", reconoce.

Y Brochu lo tiene porque no es su primer descubrimiento en África del Este. Hace ahora dos años, también encontró otro cocodrilo devorador de humanos, en este caso un ejemplar con cuernos, al que bautizó como 'Crocodylus anthropophagus'. Había vivido en Tanzania.

Brochu no cree que su nuevo que 'C. thorbjarnarsoni' sea un pariente cercano de los actuales cocodrilos africanos, a los que considera una especie bastante joven, en lugar de ser el fósil viviente que algunos defienden. "Realmente no conocemos su origen, pero sabemos que aparecieron después de que estos gigantes desaparecieran; lo que estos fósiles dicen es que los cocodrilos actuales son mucho más recientes de lo que se pensaba", concluye.

Según el investigador "los detalles anatómicos demuestran que la nueva especie no estaba estrechamente vinculada a ningún cocodrilo africano, por lo que serán más recientes".

Fuente: elmundo.es