jueves, 25 de abril de 2013

Caracoles fósiles dan pistas sobre cambio climático hace 34 millones de años



Un equipo internacional de científicos, que utilizó una nueva técnica en el análisis de las conchas fósiles de caracoles, encontró pistas de un cambio climático ocurrido hace casi 34 millones de años.
Esto es según un artículo que publica Proceedings of the National Academy of Sciences.

En ese período, la Tierra pasó de un estado de “invernadero” cálido y con elevado contenido de dióxido de carbono al clima moderno, variable, con bajo nivel de dióxido de carbono y de “heladera”. A través del continente antártico crecieron enormes capas de hielo, los grupos mayores de animales cambiaron y las temperaturas oceánicas bajaron en unos 5 grados Celsius.

Pero los estudios de cómo este cambio drástico afectó a las temperaturas en tierra han tenido, hasta ahora, resultados ambiguos.

Algunos muestran que no hubo cambios apreciables en el clima de tierra, otros encuentran un enfriamiento de hasta 8 grados Celsius y grandes cambios en las estaciones. Ahora, un grupo de científicos estadounidenses y británicos ha usado una nueva técnica geoquímica para analizar los isótopos pesados de carbono y oxígeno en las conchas fósiles de caracol.

Sus resultados indican una disminución de hasta 10 grados Celsius en las aguas dulces durante la temporada cálida y de 6 Celsius para la atmósfera en el Atlántico norte, lo cual proporciona más pruebas de que la concentración atmosférica de dióxido de carbono y la temperatura en la superficie de la Tierra están enlazadas.

El autor principal del artículo es Michael Hren, profesor asistente de química y geociencias en la Universidad de Connecticut. Entre los colaboradores se cuentan Nathan Sheldon y Coger Lohmann, del Departamento de Ciencias de la Tierra y Ambientales, de la Universidad de Michigan.
La transición entre el eoceno tardío y las épocas del oligoceno (entre 34 y 33,5 millones de años atrás) fue causada en parte por los cambios en la concentración atmosférica de dióxido de carbono que permitió la acumulación de hielo en el continente antártico.

El crecimiento del manto de hielo acoplado con cambios favorables en la órbita de la Tierra llevó al planeta a un punto de vuelco climático y condujo a la acumulación rápida de una capa permanente de hielo en la Antártica y a cambios mucho más amplios en el clima global, escribieron los autores.
Pero gran parte de lo que se conoce acerca del clima de este período proviene de muestras extraídas de perforaciones profundas en el fondo del océano. Allí, los restos orgánicos e inorgánicos de antiguas criaturas marinas retienen las marcas químicas de las temperaturas oceánicas cuando estaban vivas.

Ahora los investigadores usaron la técnica recientemente desarrollada del “termómetro de isótopos agrumados” para examinar las conchas de fósiles terrestres de ese período.

El equipo recolectó caracoles fosilizados de la Isla de Wight, en Gran Bretaña y observó no sólo el tipo y número de isótopos de carbono y oxígeno presentes, sino también cómo estaban enlazados. La abundancia de enlaces que contienen isótopos pesados de oxígeno y carbono depende de la temperatura, de manera que esos enlaces pueden dar una imagen confiable del clima de los ambientes terrestres.

Los resultados son significativos en parte porque proveen más pruebas de que el dióxido de carbono está vinculado con el clima, no sólo por la vía de los vastos océanos y su temperatura, sino también por las temperaturas terrestres, dijo Hren.

Los estudios han mostrado que, antes de este enfriamiento drástico, la atmósfera de la Tierra contenía 1.000 partes por millón de dióxido de carbono o más. Hacia el final de la transición contenía probablemente menos de 600 a 700 partes por millón.

Hren dijo que algunos pronósticos señalan que las concentraciones actuales de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra, cercanas a 400 partes por millón y en aumento, podrían incrementarse hasta casi 1.000 partes por millón en los próximos cien años.


Fuente: abc.com.py

domingo, 21 de abril de 2013

Descubren nueva especie de dinosaurio carnívoro en Madagascar


Estos dinosaurios "Dahalokely tokana" pertenecen a un grupo llamado Abelisauridae, y hasta este momento, no hay restos de esos animales entre 165 y 70 millones de años atrás que se hayan podido identificar a nivel de especie en Madagascar.

Esto significa una brecha de 95 millones de años en el registro fósil, que ahora se acorta 20 millones de años con la identificación de Dahalokely, según publica El Mundo, mediante un estudio difundido por Plos One.

Los fósiles de Dahalokely fueron descubiertos en una excavación en 2007 y 2010, cerca de la ciudad de Antsiranana (Diego-Suarez), al norte de Madagascar, recuperando huevos que incluyen vértebras y costillas.

Debido a que esta zona del esqueleto es muy distinta en algunos dinosaurios, el equipo de investigación pudo identificar definitivamente la muestra como una nueva especie.

Así, se detectaron varias características únicas, como la forma de algunas cavidades en el lado en el que estaban las vértebras, a diferencia de las de cualquier otro dinosaurio. Otras especificidades de las vértebras identificadas en Dahalokely le encuadran como un dinosaurio "abelisauridae".

Cuando este género de dinosaurio extinto, llamado Dahalokely, vivía Madagascar estaba conectado a India y las dos masas de tierra fueron aisladas en medio del océano Índico.

La evidencia geológica indica que India y Madagascar se separaron hace de alrededor de 88 millones de años, justo después de que viviera Dahalokely, por lo que esta especie de dinosuario podría potencialmente haber sido ancestral a los animales que vivieron después en Madagascar e India, pero no hay suficiente información todavía para resolver este problema.

Fuentes:ultimahora.com

martes, 16 de abril de 2013

¿Habrá un cambio radical en la historia evolutiva?


Los esqueletos de una pequeña hembra de ‘Homo sapiens’ (izquierda), de un ‘A.Sediba’ (centro) y de un chimpancé (‘Pan troglodytes’). Foto: Lee R. Berger.

Dos esqueletos fosilizados, bastante completos y bien conservados, de unos extraños australopitecos que vivieron en África hace casi dos millones de años desconciertan al batallón de investigadores de 16 instituciones de todo el mundo que los han estudiado a fondo. Los Australopithecus sediba, que así se llaman, eran capaces de caminar erguidos, aunque no con tanta soltura como la especie humana, dado su talón simiesco; pero, a la vez, treparían por los árboles y las rocas con destreza. Por sus dientes, columna vertebral y mandíbula eran parecidos a los humanos primitivos, pero sus hombros y brazos eran más bien de mono, y la caja torácica superior se parece a la de los grandes simios. 

La extraña criatura tenía el cerebro pequeño. Entonces, ¿está en la línea ancestral de la especie humana o no? ¿Dónde encaja en el árbol de familia de los homínidos? Los paleontólogos siguen sin tenerlo claro. Ya apuntaban a esa indefinición hace dos años, cuando presentaron oficialmente los fósiles de A.sediba, descubiertos dos años antes en Sudáfrica. Desde entonces, los científicos, divididos en seis equipos de especialistas que se han repartido los fósiles (dientes unos, brazos otros, extremidades inferiores otros, etcétera) han analizado exhaustivamente los esqueletos descubiertos de aquellos dos misteriosos individuos (más un tercero representado solo por un fragmento de tibia). Han comparado los huesos con restos de otras especies de australopitecos y de humanos y escrito seis artículos en la revista Science con sus conclusiones.

Este exhaustivo examen “nos da una idea de una especie de homínido que parece un mosaico en su anatomía y que presenta un conjunto de complejos funcionales que son diferentes tanto de lo predicho para otros australopitecos como los del Homo primitivo”, resume Lee R.Berger, descubridor de A.sediba y líder de la investigación, en la revista Science. “La clara visión de la anatomía de esta especie de homínido primitivo tendrá claramente implicaciones a la hora de interpretar el proceso evolutivo que afecta al modo y al tiempo de la evolución de los homínidos y la interpretación de la anatomía de las especies no tan bien conocidas”.

Berger, o más bien su hijo Mathieu, de nueve años, descubrió el primer fósil de lo que luego se denominó A.sediba, en agosto de 2008, en los alrededores de Johanesburgo, en concreto en un lugar llamado Malapa. Fue el pistoletazo de salida y Berger (investigador de la Universidad de Witwateersrand, Suráfrica) inició con su equipo científico una exploración intensa. En total han salido ya a la luz los restos esqueléticos de dos individuos, una mujer y un hombre joven, más un hueso de un tercero. Medirían 1,27 metros de altura, ella pesaría unos 33 kilos y él, 27, y su cerebro rondaría los 420 o 450 centímetros cúbicos, frente a los 1.200 a 1.600 del nuestro.

En la antigua visión de la evolución, el A.sediba sería el perfecto eslabón perdido, el ejemplar oportuno que tiene unos rasgos del precedente en antigüedad y otros del siguiente. Pero los científicos saben que la cosa no funciona así, que la evolución no es una cadena, sino una intrincada ramificación de especies con ancestros comunes y parentescos más o menos próximos. La cuestión es situar este homínido con un mosaico de características en ese árbol de familia. Además, la antigüedad es clave en este caso porque hace dos millones de años existía ya en África el Homo erectus, antepasado del Homo sapiens y, seguramente, el primero que salió del continente ancestral y se expandió por el viejo mundo. A.sediba se ha datado en 1.980.000 años.

Los investigadores, en sus estudios comparativos, se han centrado sobre todo en los rasgos de aquel H.erectus y en un australopiteco anterior al A.sediba, el A.africanus. Pero entra en el debate una especie más de australopiteco, A.afarensis, a la que pertenece el célebre esqueleto Lucy, adoptado como abuela ancestral de la humanidad, aunque hay ya importantes paleoantropólogos que se inclinan por sacar a la familia de Lucy de la línea evolutiva humana. Berger sugiere “la posibilidad de que A.sediba y tal vez A.africanus no descienden del linaje de A.afarensis” y él no llega a afirmar que los fósiles de Malapa se sitúen en la línea humana, pero Science destaca que “el conjunto de análisis ahora presentado parece apuntar hacia un probable ancestro del género Homo”. El hecho de que Lucy y su familia fuesen bípedos parece complicar las cosas para los A.sediba, si estos no descienden de los A.afarensis. Pero “múltiples formas de bipedalismo fueron practicadas por nuestros ancestros primitivos homínidos”, señala el científico de Johanesburgo.

Las grandes preguntas acerca de la extraña criatura de Malapa siguen abiertas, y los científicos aspiran a contestarlas, sobre todo cuando tengan más fósiles de esta especie. El próximo verano Berger y su equipo retomarán la excavación en el yacimiento. Tal vez el A.sediba sea un antepasado remoto del Homo sapiens, o tal vez fuera un especie de homínido que acabó en un callejón sin salida de la evolución, es decir, extinguiéndose.

Fuente: cubadebate.cu

Descubren una nueva especie de primate que vivió hace 35 millones de años en Lleida


Una nueva especie de primate de la tribu de los ancomominis, un grupo de primates del Eoceno de tamaño muy pequeño, ha sido descubierta por investigadores del Insituto Catalán de Paleontología (ICP) en el Pallars Jussà, en Lleida. Se trata de un pequeño estrepsirrino -una suborden de primates cuya principal característica es su nariz húmeda- de hace 35 millones de años y que cuenta con una dentición muy particular.

Nievesia sossisensis es el nombre con el que se ha bautizado a la nueva especie, cuyo estudio se ha publicado en la revista Journal of Human Evolution. Conjuntamente con otros hallazgos ha permitido determinar las implicaciones de las relaciones de parentesco (filogenéticas) de varios primates del Eoceno de la Península Ibérica, ha informado el ICP en una nota.

El primate pertenece a la tribu de los ancomominis, de los cuales se estima que pesaban entre 100 y 150 gramos. Nievesia sossiensis vivió hace unos 35 millones de años y es el primer representante de esta tribu que se encuentra el yacimiento de Sossís.

Una dentición que marca la diferencia


Los ancomominis forman parte de los adapiformes, un grupo que comprende varias familias de primates extintos que ocupó gran parte del hemisferio Norte, el Norte de África y Asia tropical desde el Eoceno hasta el Mioceno, hace entre 55 y cinco millones de años. Se caracterizan por una dentición bastante primitiva, con unos premolares alargados, que presentan una cúspide muy grande, con los extremos de delante y detrás cortantes y unos laterales planos.

Nievesia sossisensis, a diferencia de otros ancomominis, no presenta el esmalte arrugado y destaca por la presencia de un mesostilo (una pequeña cúspide) en los molares superiores. También se caracteriza por tener unos molares inferiores más grandes que la mayoría de ancomominis y por no presentar paracónido (una cúspide que corona el diente por la parte de delante).

Estudio de los primates del Eoceno

Los primates del Eoceno han sido un grupo tradicionalmente poco estudiado. El paleontólogo Miquel Crusafont y sus colaboradores describieron su presencia en los años 60 en yacimientos como el de Sant Jaume de Frontanyà o Sossís (en Lleida). Durante la década de los 90, los investigadores del ICP Salvador Moyà-Solà, Meike Köhler y otros colaboradores recuperaron y estudiaron grandes volúmenes de sedimento que han permitido obtener una de las mayores colecciones de Europa determinados grupos de primates fósiles.

Los últimos años han sido los investigadores del ICP Judit Marigó y Raef MinWin-Barakat, dirigidos por Salvador Moyà-Solà, los que han tomado el relevo y han descrito nuevos géneros y especies como Anchomomys frontanyensis el yacimiento de Sant Jaume de Frontanyà o la misma Nievessia sossisensis, en Sossís.

El nombre del nuevo primate ha sido elegido en honor a Nieves López Martínez, paleontóloga destacada por sus estudios en mamíferos del Cretácico y del Cenozoico de los Pirineos y que desarrolló una gran labor en el yacimiento de Sossís. Filogenéticamente, los resultados sitúan esta especie cercana a Mazateronodon y, en segunda instancia a Anchomomys, dos géneros de ancomominis presentes en otros yacimientos de la Península Ibérica.

Fuente: rtve.es