jueves, 31 de octubre de 2013

Así caminaba el mayor dinosaurio conocido


Medía 40 metros de largo y pesaba 80 toneladas, y es el vertebrado terrestre más grande que jamás ha caminado por la tierra. Un equipo de científicos de la Universidad de Manchester ha realizado una compleja simulación para tratar de entender cómo caminaba Argentinosaurus huinculensis, el gigante que caminó por nuestro planeta hace unos 95 millones de años.

Para el trabajo, publicado esta semana en PLOS ONE, los científicos utilizaron unos 30.000 procesadores y realizaron un escáner tridimensional del esqueleto de argentinosaurio montado en el Museo Municipal Carmen Funes, en Argentina. La simulación propone una nueva hipótesis sobre la mecánica del desplazamiento de estos animales, que se moverían a un paso muy lento y moviendo los pares de patas laterales. Tal que así:

A pesar de todo, los investigadores dejan en el aire una gran incógnita: ¿cómo podía ser eficiente energéticamente mover un cuerpo de estas dimensiones? Su reconstrucción, afirman, es consistente desde el punto de vista mecánico, pero se necesitan más datos para conocer cómo semejantes monstruos pudieron desplazar una masa de ese tamaño.

Por qué eran tan grandes

Comparación de tamaño entre los más grandes dinosaurios. 


La revista PLOS ONE presenta precisamente un especial sobre esta cuestión, el gigantismo de los saurópodos y las causas que llevaron a alcanzar esas dimensiones. El paleontólogo Martin Sander y su equipo aseguran que se produjo una cascada de cambios evolutivos (incluidas exaptaciones e innovaciones) que convirtieron a los saurópodos en auténticos colosos, y presenta su "receta para hacer un dinosaurio gigante", que resumen en la revista Discover. Para Sander, estos fueron los factores que favorecieron el gigantismo: tener muchas crías pequeñas, carecer de un molinillo gástrico, las características de sus pulmones, un alto metabolismo y no masticar la comida.

Este último punto - el de no masticar - indica que los saurópodos consumían ingentes cantidades de comida sin tener que perder tiempo en masticarla, y su sistema digestivo parece que era bastante rápido. Este es el motivo - la no necesidad de grandes mandíbulas - de que creciera tantísimo su cuerpo pero sus cabezas siguieran siendo pequeñas y abrió la puerta a que sus cuellos se alargaran. Inmóviles desde una misma posición, explican en Discover, estas criaturas podían devorar grandes zonas de vegetación sin tener que mover un músculo y sin gastar demasiada energía.

Referencia: March of the Titans: The Locomotor Capabilities of Sauropod Dinosaurs (PLOS ONE) | Más info: Discover

Fuente: fogonazos.es

miércoles, 30 de octubre de 2013

Las abejas se extinguen casi al mismo tiempo que los dinosaurios


Hace 65 millones millones de años, justo al mismo tiempo que los dinosaurios y la mayor parte de las plantas con flores desaparecían bruscamente de la faz de la Tierra, se produjo también una extinción mucho menos visible, la de las abejas. Ahora, y por primera vez, un grupo de científicos de la Universidad de New Hampshire ha conseguido documentar este fenómeno, que puede ayudar a explicar, y quizá a poner remedio, a la actual disminución de especies de abejas en todo el mundo.
Los investigadores se centraron en la extinción masiva del grupo de abejas Xylocopinae, o abejas carpinteras, que se produjo justo entre los periodos Cretácico y Terciario, período que se conoce como el límite KT.

Estudios anteriores habían sugerido una extinción generalizada de las plantas con flores precisamente en el límite KT, y durante mucho tiempo se había asumido que las abejas que dependían de esas plantas habrían corrido la misma suerte. Sin embargo, a diferencia de los dinosaurios, "el registro fósil de las abejas es relativamente pobre, lo que dificulta la confirmación de dicha extinción", comenta Sandra Rehan, profesora de ciencias biológicas en la Universidad de New Hampshire, autora principal del trabajo que se publica esta semana en la revista PLOS ONE.

Rehan y sus colegas superaron la falta de evidencias fósiles de abejas con una técnica llamada filogenética molecular. Así, después de analizar las secuencias de ADN de cuatro "tribus" de 230 especies de abejas carpinteras de todos los continentes, excepto de la Antártida, para conocer a fondo sus relaciones evolutivas, los investigadores comenzaron a descubrir patrones consistentes con una extinción masiva.
Después, combinando los registros fósiles con el análisis de ADN, pudieron introducir el factor tiempo en la ecuación, aprendiendo no sólo las relaciones genéticas de estas abejas, sino también cuánto tiempo hace de episodio que se pretende estudiar. "Los datos nos dijeron que algo importante estaba pasando en cuatro grupos diferentes de abejas al mismo tiempo", afirma Rehan, "y eso sucedía en el mismo momento en el que los dinosaurios se extinguieron".

Crisis mundial de abejas


Si bien gran parte de la obra anterior de Rehan se ha basado en la observación directa del comportamiento de las abejas nativas del noreste de América del Norte, esta investigación ha necesitado de la vertiente informática, pues ha sido preciso volcar y comparar en el ordenador los datos genómicos para aclarar las similitudes y diferencias entre las distintas especies de abejas según su evolución temporal.

Al casar las observaciones de campo con los datos genómicos, comenta Rehan, se obtiene un panorama más completo de las conductas de estas abejas a través del tiempo. "Si se pudiera contar toda su historia, tal vez la gente se preocuparía más por la protección de las abejas". En efecto, los resultados de este estudio tienen importantes implicaciones que pueden arrojar luz ante la preocupación actual por la pérdida en la diversidad de las abejas, una criatura fundamental para la agricultura y la biodiversidad. "La descripción de su extinción y los efectos de la disminución de abejas en el pasado puede ayudarnos a entender el declive de estas polinizadoras hoy en día, y la crisis mundial de las abejas en estos momentos", explica Rehan.

Fuente: abc.com

martes, 22 de octubre de 2013

Descubren el fósil de un mosquito repleto de sangre de hace 46 millones de años


Desde la aparición en los cines de «Parque Jurásico», muchos han fantaseado con las posibilidades de clonar diferentes especies de dinosaurios a partir de la sangre encontrada en antiguos mosquitos atrapados en ámbar. Algunos científicos afirmaron haber encontrado insectos fosilizados con su última cena en su abdomen, pero estos descubrimientos resultaron ser erróneos o estar contaminados.

Hasta ahora, porque un grupo de investigadores del Museo Smithsonian de Historia Natural (Washington), ha encontrado por fin un mosquito repleto de sangre preservada en una roca de pizarra de 46 millones de años en el noroeste de Montana.

En realidad, el hallazgo, descrito en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias, fue hecho hace tres décadas por un cazador de fósiles aficionado, un graduado en geología que guardó la pieza y prácticamente se olvidó de ella hasta que hace poco fue reconocida por un bioquímico jubilado llamado Dale Greenwalt, que recogía fósiles para el Smithsonian. La muestra se encuentra atrapada en piedra, no ámbar, y, por desgracia para los que ya soñaban con tener un T. rex como mascota, no es lo suficientemente antigua como para contener los restos de un dinosaurio. Pero sí es la primera vez que se ha encontrado un mosquito fosilizado con sangre en su vientre.

«Cuando vi este espécimen en particular inmediatamente me di cuenta, era obvio que era diferente», dice Greenwalt. Sospechaba que el oscuro y opaco abdomen del mosquito, atrapado en un trozo de pizarra, podía contener sangre de hace 46 millones de años. El personal de laboratorio del museo utilizó una serie de técnicas para analizar la muestra de cerca, incluyendo espectroscopía de rayos X. «Lo primero que nos encontramos es que el abdomen se encuentra lleno de hierro, que es lo que se espera de la sangre», dice Greenwalt. Además, el análisis usando un espectrómetro de masas de iones secundarios reveló la presencia de hemo, el compuesto que da a las células rojas de la sangre su color distintivo y les permite transportar oxígeno por todo el cuerpo.

Víctima desconocida

Según los autores, estos resultados sirven como evidencia definitiva de que la sangre se conservó en el interior del insecto. Pero, ¿a quién pertenecía esa sangre? Por el momento, los científicos no tienen forma de saber cuál era la criatura cuya sangre llenó el abdomen del mosquito. Eso es porque el ADN se degrada demasiado rápido para sobrevivir posiblemente 46 millones de años atrapado en piedra (o en ámbar). Una reciente investigación indica que tiene una vida media de aproximadamente 521 años, incluso bajo condiciones ideales.

Esto significa que incluso si milagrosamente hubiéramos adquirido algo de ADN de esa antigua criatura, existen una gran cantidad de problemas técnicos que impiden una clonación similar a la de «Jurassic Park». Montar un genoma completo a partir de fragmentos de ADN es terriblemente complicado y para traerlo a la vida sería necesario colocar ese ADN en un óvulo de una especie viva estrechamente relacionada con la misteriosa criatura, pero desconocemos cuál es.

Los científicos dicen que, aunque «no habrá antiguos seres resucitados deambulando libres gracias a este nuevo hallazgo, el descubrimento es científicamente significativo, ya que ayuda a los científicos a comprender mejor la evolución de los insectos que se alimentan de sangre». Anteriormente, lo más parecido a un mosquito con el estómago repleto de sangre que los científicos habían encontrado era uno con restos del parásito de la malaria dentro de su abdomen. Esto proporcionaba una evidencia indirecta de que los mosquitos se alimentaban de sangre hace 15 o 20 millones de años, pero este nuevo descubrimiento representa la prueba directa más antigua del «comportamiento chupasangre». También muestra por primera vez que moléculas biológicas tales como el hemo pueden sobrevivir como parte del registro fósil.

Fuente:  abc.es

Descubierto un ancestro de las arañas de 520 millones de años


Una investigación liderada por el profesor Nick Strausfeld, de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, y Greg Edgecombe, del Museo de Historia Natural de Londres, en Reino Unido, y publicada en 'Nature', ha descubierto el sistema nervioso completo más antiguo conocido exquisitamente preservado en los restos fósiles de una criatura que nunca antes se había descrito y que se arrastraba o nadaba en el océano hace 520 millones de años.

   El trabajo, que se publica en la revista 'Nature', revela que los antepasados de los quelicerados (arañas, escorpiones y sus parientes) se separaron del árbol de la familia de otros artrópodos, incluyendo insectos, crustáceos y miriápodos, hace más de 500 millones de años. El hallazgo pertenece a un grupo extinto de artrópodos marinos conocidos como 'megacheirans' (del griego "grandes garras").

   "Ahora sabemos que los 'megacheirans' tenían sistemas nervioso central muy similares a los cangrejos de herradura y los escorpiones actuales", subrayó el autor principal del estudio, Nicholas Strausfeld, profesor del Departamento de Neurociencia de la Universidad de Arizona. "Esto significa que los antepasados ??de las arañas y sus parientes vivieron codo con codo con los antepasados ??de los crustáceos en el Cámbrico inferior", agregó.

   Los científicos identificaron los tres centímetros de largo de la criatura en Chengjiang, cerca de Kunming, en el suroeste de China, como representante del género extinto 'Alalcomenaeus'. Los animales de este grupo tenían un cuerpo alargado, segmentado y equipado con una docena de pares de apéndices corporales que le permitián nadar, arrastrarse o ambos. Además, tenían un par de largos apéndices en forma de tijera adjuntos a la cabeza, probablemente para agarrar o con fines sensoriales, que les dieron su nombre colectivo de 'megacheirans'.

   "Por primera vez, podemos analizar cómo los segmentos de estos artrópodos fósiles se alinean con los demás de la misma manera como sucede en las especies vivas, utilizando su sistema nervioso", destacó el coautor Greg Edgecombe. El equipo analizó el fósil mediante la aplicación de diferentes técnicas de formación y procesamiento de imágenes, aprovechando los depósitos de hierro que se habían acumulado selectivamente en el sistema nervioso durante la fosilización.

   Comparando el esquema del sistema nervioso fósil con los sistemas nerviosos de los cangrejos de herradura y los escorpiones no hubo duda de que hace 520 millones de años el 'Alalcomenaeus' fue miembro de los quelicerados. Concretamente, el fósil muestra las características típicas de los cerebros de escorpiones y arañas: tres grupos de células nerviosas conocidas como ganglios fusionados juntos como un cerebro también integrado con algunos de los ganglios del cuerpo del animal, lo que difiere de los crustáceos en que los ganglios están más separados y conectados por los nervios largos, como los peldaños de una escalera de cuerda.

   "Los apéndices prominentes que dieron a los 'megacheirans' su nombre fueron claramente utilizados para agarrar y sostener y probablemente para los estímulos sensoriales. Las partes del cerebro que proporcionan el cableado de donde surgen estos grandes apéndices son muy grandes en este fósil. Sobre la base de su ubicación, ahora podemos decir que las partes de la boca que pican en las arañas y sus familiares evolucionaron a partir de estos apéndices", subraya Strausfeld.

   "Nuestro nuevo descubrimiento es emocionante porque demuestra que los mandibulados (a los que pertenecen los crustáceos ) y quelicerados ya estaban presentes como dos trayectorias evolutivas distintas hace 520 millones de años, lo que significa que su ancestro común debe haber existido mucho antes en el tiempo", resumió Strausfeld.

Leer más:  Descubierto un ancestro de las arañas de 520 millones de años  http://www.europapress.es/ciencia/noticia-descubierto-ancestro-aranas-520-millones-anos-20131017104041.html#AqZ1CUPWeflt8TJm
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Fuente: europapress.es

lunes, 7 de octubre de 2013

Descubren en Chile uno de los ancestros más antiguos de los dinosaurios


A simple vista es un trozo de roca cuadrada de poco más de 30 centímetros, una más entre los fósiles que guarda el Museo Nacional de Historia Natural en Quinta Normal. Sin embargo, los fragmentos e impresiones de vértebras y fémur sobre ella hablan de uno de los animales más antiguos encontrados hasta ahora en Chile.

Se trata de un protodinosaurio, ancestro directo de los dinosaurios, que vivió en Calama entre 238 y 240 millones de años atrás.

Hallada en 1980, en un cerro de la cordillera Domeyko, al sureste de Calama, la piedra caliza con el fósil estuvo guardada en el museo hasta que en 2010, durante una revisión de material, un grupo de expertos liderados por David Rubilar, jefe del área Paleontología del museo y parte de la Red de Paleontología de la U. de Chile, se dio cuenta que no había sido estudiada y comenzaron el análisis.
Luego de tres años de análisis encontraron que la roca tiene restos de 10 vértebras de la pelvis, fémur, tibia, fíbula y algunas costillas que muestran que es una especie de protodinosaurio de la familia Silesauridae, que vivió a finales del período triásico (250 a 200 millones de años).

“Este silesaurio sería uno de los más antiguos del mundo”, dice Rubilar, quien presentará los restos fósiles a fin de mes en la reunión de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados de EE.UU., en Los Angeles, California.

Varios protodinosaurios de esta familia se han hallado en el mundo, incluyendo especies en Argentina y Brasil. El más antiguo tiene 243 millones de años y fue hallado en Tanzania, Africa, en 2007. El chileno tendría cerca de 240 millones de años.

HASTA DOS METROS DE LARGO

Según el paleontólogo, los silesáuridos pertenecen a un linaje de animales pequeños y gráciles que no pasarían los dos metros y medio de largo. Muy por debajo de los más de 30 metros que podían medir los dinosaurios más grandes. Aunque el encontrado en Chile es incluso más pequeño.
Rubilar explica que aunque los silesaurios son de la misma rama que daría origen a los dinosaurios, son anteriores a éstos y con una serie de características físicas que impidan que sean definidos como tales. “La cavidad de la cadera donde se aloja la cabeza del fémur (acetábulo) no está perforada, y no tiene una orientación de 90° en relación al hueso, características que son encontradas en todos los dinosaurios”, explica.

El protodinosaurio chileno vivió en lo que hoy es el cerro Quimal, en Calama, entonces un lugar cubierto de grandes helechos y lagunas, más tropical que el paisaje actual.
Probablemente fue herbívoro, aunque para determinarlo con certeza es necesario encontrar su cráneo. Era bípedo facultativo, es decir, ocasionalmente se podía sostener en las patas traseras, “una pista que nos habla de las transformaciones que más tarde encontraríamos en lo dinosaurios”, dice.
Por la antigüedad de las piezas, es posible que esta y otras especies de protodinosaurios incluso pudieran convivir con los primeros dinosaurios, que aparecieron en el planeta hace 240 millones de años.

TERMINAR EL ESTUDIO

La tarea que tiene ahora el equipo de paleontólogos del museo y la U. de Chile, es determinar si efectivamente los fósiles encontrados pertenecen a una nueva especie de silesáurido o es de un género ya conocido. Si resulta ser distinto a todos los encontrados hasta ahora podrán también ponerle un nombre propio.

En un año más el equipo pretende tener los resultados finales. De comprobarse que es una nueva especie, el hallazgo en Chile podría llenar un vacío en el estudio paleontológico del grupo fundamental del que proviene la mayoría de los actuales reptiles y aves.

Para ello, los investigadores quieren volver a explorar cerro Quimal, en busca del lugar exacto en el que se encontraron los fósiles en 1980. También tendrán que viajar a distintos museos del mundo, comparando la especie con otros restos descubiertos hasta ahora.

UN PARIENTE DEL COCODRILO

El protodinosaurio no es el único hallazgo del grupo de paleontólogos. En la última campaña encontraron nuevas y desconocidas piezas del Chilenosuchus forttae camiquela, un reptil similar a los actuales cocodrilos que vivió en Calama hace más de 200 millones de años.

El Chilenosuchus es un herbívoro cuyos primeros fósiles fueron descubiertos en nuestro país en la década de los 70, aunque fue clasificado como nueva especie en 2003.

Alexander Vargas, director de la Red de Paleontología de la U. de Chile, cuenta que en la última campaña de exploración, realizada en agosto, recolectaron un húmero izquierdo -que no se conocía- y huellas de huesos de la piel del Chilenosuchus que quedaron impresas en rocas, cuya datación sería de 238 a 240 millones de años atrás.

El espécimen habría medido unos dos metros de largo y 60 centímetros de alto.

“Los aetosaurios pertenecen al mismo grupo de los dinosaurios (arcosauria), pero son más cercanos a los cocodrilos, aunque no son ancestros directos de éstos. Son una familia especializada de herbívoros que se extinguieron sin dejar descendientes”, dice Vargas.

Además de esos restos, en la zona hallaron fósiles de un arcosaurio no identificado, que también podría ser pariente de los cocodrilos, aunque más esbelto: un esfenosuquio.

“Son fósiles únicos. En Chile los fósiles del mesozoico son raros, no como en Argentina o Brasil donde salen por toneladas. Acá son mucho más escasos, pero son súper interesantes, son menos conocidos. Todo lo que se halla es información que no se tenía de esos animales”, dice Rubilar.

Fuente: latercera.com