Continuando con el seguimiento de la investigacion de Mastodontes o Mamuts de San Vicente, Manabí, que publicamos el 15 y 21 de Junio.
El hallazgo sería el tercer fósil intacto encontrado en subsuelo nacional. Este yace en San Vicente, Manabí. El INPC junto a otros entes promueven su análisis.
A Galo Rivadeneira, agricultor del sector La Unión, en San Vicente de Manabí, la construcción de un pozo le dio un giro a la historia de los terrenos de su hacienda. Allá por octubre de 2008 él, con el apoyo de jornaleros, excavó. A una profundidad de 10 metros halló restos óseos de lo que ahora se conoce como mastodonte. Su nombre propio es Stegomastodon, de la especie waringi y su procedencia data de alrededor de 20.000 años.
Inquieto, recuerda Manuel Andrade que Rivadeneira fue hasta su domicilio en busca de respuestas. Ante el categórico hallazgo, dudaron qué era, pero por su tamaño supieron que no existía animal en la actualidad que se asemejaría a lo que veían en el fondo del pozo. Los molares de lo que en principio se presumió un megaterio (especie tropical de perezoso gigante) eran del tamaño de una toronja grande.
Andrade, director de Cultura de la saliente administración municipal de San Vicente, es uno de los gestores para que el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) ponga su eje de acción en este sitio, hoy acordonado y protegido.
José Luis Román (d), paleontólogo quiteño, estuvo a cargo de recoger muestras del fósil y determinar su especie y sus años.
Al sector de La Unión se ingresa en vehículo propio. Aunque no hay señalización, la gente de los poblados vecinos conoce bien del reciente hallazgo arqueológico en estas tierras.
Para ver de cerca el fósil de mastodonte, si se viene de Guayas, Santa Elena o la Sierra central, hay que pasar por Bahía de Caráquez para tomar una gabarra y cruzar la entrada del océano Pacífico. Luego de un sinuoso y polvoriento camino se llega a una especie de valle repleto de árboles grandes, sonidos de aves y abundante vegetación.
Allí, ahora hay maquinarias que, según dice Andrade, son de la Prefectura de Manabí. Estas apoyaron a realizar una excavación en forma de pirámide invertida. Son 30 metros cúbicos los que fueron removidos y, ocho meses después, hay dos arqueólogos y un ayudante que remueven lentamente la tierra para extraer la osamenta del mamífero milenario. “Tratamos de mantener en reserva este trabajo, pues enseguida se empieza a especular”, sostiene Daysi León, a cargo de la obra de ingeniería para la remoción del terreno de parte del INPC.
Precisamente para tener certezas sobre el hallazgo, el pasado 18 de junio el geólogo José Luis Sánchez y el biólogo especializado en paleontología José Luis Román acudieron al sitio para determinar datos técnicos del fósil.
En una jornada de medio día tomaron muestras. Recogieron los primeros huesos, extrajeron el agua de alrededor y removieron la tierra. Ya en la tarde, con los resultados previos, los datos arrojaron que, al contrario de lo que se anunció, se trataba de un mastodonte, una ejemplar antecesor del elefante moderno.
Para ponerlo en palabras científicas era un Stegomastodon waringi. Sobre la superficie del sitio de excavación, hasta la semana anterior, se observaba solo la mandíbula del animal de 3 m de alto.
La investigación de los restos está a cargo del INPC Regional 5, aunque le corresponde a la Regional 4.
Esto sucedió porque el hallazgo se hizo cuando el INPC antes se dividía por 4 regiones (Costa, Sierra, Oriente y Galápagos); ahora esto corresponde a la sección que se maneja desde Manabí (Regional 4), ente que controla también Santo Domingo de los Tsáchilas y la región Insular.
Alfredo Moreira, director del INPC Regional 4, dice que los restos, una vez que se hagan los análisis pertinentes, se quedarán a cargo de la oficina patrimonial de Manabí. Al momento ya están bajo el control de INPC matriz y la Regional 5 que dirige Jean Paul Demera.
Román, quien labora para la Escuela Politécnica Nacional de la capital, continúa estos análisis sobre los restos del animal. La primera recomendación fue colocar consolidante (adhesivo usado para la restauración ósea) sobre los huesos una vez que se extrajeran del sitio donde están incrustados. “Con ello se evitará la degradación, porque en el sitio hay filtración de agua y los vuelve (los huesos) sensibles”, dice el experto.
La mandíbula fue el elemento que encontró Galo Rivadeneira cuando pretendía construir un pozo para los cultivos de su hacienda.
En el país, con el hallazgo de San Vicente, hay tres fósiles intactos. Uno en Quito, en el Museo de Ciencias Naturales (sitio en reciente remodelación); y el otro en la provincia de Santa Elena, en el museo de la Universidad Politécnica de Santa Elena (UPSE).
La siguiente precisión a la que llegó Román es la edad del los restos. El experto dice que se calcula entre los 20.000 años. Esto lo dice en basado en los estratos geológicos (capas de tierra).
No obstante, precisa que, “para conocer la edad más exacta, se deben realizar estudios de Radioisótopos (análisis químicos) en los fósiles”.
De este modo en la era cuaternaria el hallazgo correspondería al período del pleistoceno superior del Ecuador (entre 10.000 - 20.000 años antes del presente).
Durante las excavaciones en busca de los demás huesos, el geólogo Sánchez vio que la capa que circundaba al esqueleto es de arcilla arenosa. Esto, para el arqueólogo Eduardo Amén, permitió una buena conservación de los restos.
Tanto para Amén como para Román, el estado del fósil permitirá conocer el medio ambiente del animal.
Incluso, -dicen los expertos- es posible que los restos fecales del fósil puedan estar intactos.
“Encontrar un coprolito (heces fosilizadas) ayuda más que nada a conocer el tipo de alimentacion de las especies, además de algunos grupos de plantas y otros organismos presentes al mismo tiempo que esa especie”, dice Román.
Los técnicos y trabajadores removieron 30 metros cúbicos de tierra en forma piramidal para extraer el esqueleto del fósil.
Estos y posteriores estudios permitirán determinar otros aspectos “acerca de los organismos que vivieron en épocas pasadas en esta parte del planeta, su forma de vida y las condiciones climáticas de los lugares en los que vivieron, es decir los paleoambientes, y compararlos con los actuales”, agrega el biólogo quiteño.
Luego de retirar los huesos del subsuelo los procesos que se desarrollarán son análisis anatómicos, morfológicos, tafonómicos (todo el proceso desde la muerte del animal, hasta el día de su hallazgo), si es posible análisis químicos para conocer mejor la edad abosoluta del mastodonte.
Demera explica que, aunque están bajo su jurisdicción los trabajos, las demás regionales del INPC apoyan. Al momento está a la espera de los análisis que tienen que configurar Sánchez y Román.
En tanto, aunque hay una cierta protección del espacio de la hacienda de Galo Rivadeneira, los turistas y curiosos siguen frecuentando el lugar señala Demera. Pese a que la autoridad explica que la Policía hace lo posible por impedir el paso a la gente, en ratos la situación no se controla.
Moreira advierte que los restos que aún están por extraer del subsuelo no deben tener contacto más que con expertos, de lo contrario se pondrían en peligro las osamentas y, con ello, la veracidad de datos. Hasta entonces las investigaciones sobre el Stegomastodon waringi siguen.
Fuente: telegrafo.com.ec
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