Su rutina: excavar en cuevas altísimas o pequeños campos desiertos hasta encontrar restos de reptiles, mamíferos y aves. Sus obsesiones: huesos de los más robustos, colmillos gigantes o patas amorfas; todo lo que pueda ser indicio de los dinosaurios y megaterios que poblaron la tierra hace 2 millones de años o más.
Ascanio Rincón vivía en Isla de Toas, un pueblo de pescadores de la sierra de Perijá, cuando supo que lo suyo era la paleontología.
Un documental sobre el hallazgo de "Lucy", el famoso fósil cuya forma de andar ha sido simulada robóticamente, lo cautivó con apenas 8 años de edad. "Desde aquella vez, en 1982, he tenido los fósiles en la cabeza".
No es extraño ver en televisión a afanados investigadores que persiguen fósiles vertebrados, pero en el país sólo hay tres paleontólogos dedicados a este estudio. Ascanio reconoce con orgullo que él forma parte de ese equipo, como científico del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas.
Cursó la carrera de Biología en la Universidad del Zulia, e inmediatamente escogió la Paleontología para el posgrado que estudió en el país y el doctorado en la Universidad de Texas. Desde entonces, su hazaña más grande ha sido pescar un cráneo casi intacto de un tigre colmillos de sable.
Ocurrió en el año 2006, en un pozo de asfalto en el oriente del país. "Es una de las experiencias más bonitas que he tenido. Encontrar dentro de tu país un cráneo de una especie que se creía extinguida hace 3 millones de años es como un sueño para un paleontólogo". Fue tan gratificante el hallazgo que Rincón decidió abrir el abanico y estudiar depósitos de asfalto en otras zonas de Venezuela, con el propósito de crear un mapa que explique cómo fueron en el norte de Suramérica las eras Paleozoica, Mesozoica y Cenozoica, entre otros períodos geológicos.
"En el norte de América del Sur hay un vacío de investigaciones en todas las edades paleontológicas, casi todos los estudios se han concentrado en Argentina y Brasil, pero en el resto de los países no se ha hecho mucho. Venezuela es un paraíso para los paleontólogos, en todo el territorio hay fósiles".
Explica que, además de atrapar animales, los depósitos de asfalto permiten levantar un registro del ancho, largo, profundidad y tiempo en que cayeron animales que vivieron millones o miles de años atrás. "Es como si tuviésemos una pila de fotografías de esos tiempos, que sacamos y podemos estudiarlas".
Vivir de una profesión tan poco común requiere, según Rincón, hacer muchas concesiones para no alejarse de la familia. "Con mi esposa tengo un convenio, le aviso con anticipación cuando me voy al campo, siempre me planifico. En casa tienen mi almanaque de proyectos. Y nos acostumbramos al intercambio de cosas, nos ingeniamos para ponernos de acuerdo. A mi esposa le fascina, cada vez que regreso a casa, me recibe con la frase: déjame ver los fósiles que conseguiste".
Y hay días en los que regresa con relatos increíbles. Como el de una jornada en la frontera con Colombia, en una cueva a 3.600 metros de altura, cuando se topó con el cráneo de un perezoso del tamaño de un elefante.
Ascanio Rincón vivía en Isla de Toas, un pueblo de pescadores de la sierra de Perijá, cuando supo que lo suyo era la paleontología.
Un documental sobre el hallazgo de "Lucy", el famoso fósil cuya forma de andar ha sido simulada robóticamente, lo cautivó con apenas 8 años de edad. "Desde aquella vez, en 1982, he tenido los fósiles en la cabeza".
No es extraño ver en televisión a afanados investigadores que persiguen fósiles vertebrados, pero en el país sólo hay tres paleontólogos dedicados a este estudio. Ascanio reconoce con orgullo que él forma parte de ese equipo, como científico del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas.
Cursó la carrera de Biología en la Universidad del Zulia, e inmediatamente escogió la Paleontología para el posgrado que estudió en el país y el doctorado en la Universidad de Texas. Desde entonces, su hazaña más grande ha sido pescar un cráneo casi intacto de un tigre colmillos de sable.
Ocurrió en el año 2006, en un pozo de asfalto en el oriente del país. "Es una de las experiencias más bonitas que he tenido. Encontrar dentro de tu país un cráneo de una especie que se creía extinguida hace 3 millones de años es como un sueño para un paleontólogo". Fue tan gratificante el hallazgo que Rincón decidió abrir el abanico y estudiar depósitos de asfalto en otras zonas de Venezuela, con el propósito de crear un mapa que explique cómo fueron en el norte de Suramérica las eras Paleozoica, Mesozoica y Cenozoica, entre otros períodos geológicos.
"En el norte de América del Sur hay un vacío de investigaciones en todas las edades paleontológicas, casi todos los estudios se han concentrado en Argentina y Brasil, pero en el resto de los países no se ha hecho mucho. Venezuela es un paraíso para los paleontólogos, en todo el territorio hay fósiles".
Explica que, además de atrapar animales, los depósitos de asfalto permiten levantar un registro del ancho, largo, profundidad y tiempo en que cayeron animales que vivieron millones o miles de años atrás. "Es como si tuviésemos una pila de fotografías de esos tiempos, que sacamos y podemos estudiarlas".
Vivir de una profesión tan poco común requiere, según Rincón, hacer muchas concesiones para no alejarse de la familia. "Con mi esposa tengo un convenio, le aviso con anticipación cuando me voy al campo, siempre me planifico. En casa tienen mi almanaque de proyectos. Y nos acostumbramos al intercambio de cosas, nos ingeniamos para ponernos de acuerdo. A mi esposa le fascina, cada vez que regreso a casa, me recibe con la frase: déjame ver los fósiles que conseguiste".
Y hay días en los que regresa con relatos increíbles. Como el de una jornada en la frontera con Colombia, en una cueva a 3.600 metros de altura, cuando se topó con el cráneo de un perezoso del tamaño de un elefante.
Fuente: el-nacional.com
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