jueves, 22 de abril de 2010

"Los homínidos tenían dolor de espalda"


Asier Gómez Olivencia, miembro del equipo de Atapuerca.

Las vértebras de los homínidos de hace millones de años son frágiles y por tanto muy difíciles de encontrar pero, una vez halladas, pueden explicar muchas cosas sobre la forma de vivir y moverse de aquellos lejanos antepasados nuestros.

También pueden revelar que sufrían dolores no muy diferentes de los que actualmente nos aquejan. De espalda, por ejemplo. El dolor, las enfermedades y el envejecimiento de los hombres vienen de antiguo y sobre ellos puede aportar muchos datos Asier Gómez Olivencia, doctor por la Universidad de Burgos, que forma parte del equipo de investigación de Atapuerca y que se ha especializado en el estudio de la columna vertebral y la cavidad torácica de los homínidos fósiles del Pleistoceno.

Hoy jueves pronunciará una conferencia en Badajoz invitado por el Colegio Oficial de Médicos de la Provincia. Previamente, habló por teléfono con este diario sobre su trabajo.

-A estos homínidos que estudia, ¿les dolía menos la espalda que a los humanos actuales o tenían patologías muy distintas, quizá porque llevaban menos tiempo erguidos que nosotros?

-En Badajoz, intentaré hacer un recorrido sobre distintos homínidos y el hecho es que algunos de ellos llevaban en pie tanto tiempo como nosotros y tenían cosas parecidas a las que tenemos nosotros. Pero también son distintos, porque tenían un modo de vida distinto. Por ejemplo, los australopithecus tienen una columna vertebral bastante distinta a la nuestra. Aunque eran bípedos, una aparte de su actividad podían desarrollarla en los árboles o colgándose de ellos.

En cambio, los neanderthales son contemporáneos a nuestra especie y tienen otro tipo de patologías que en algunos casos también aparecen en nuestra especie. Las vértebras, normalmente, son elementos muy frágiles y no son fósiles muy abundantes en el registro, hay muchísimos más dientes o mandíbulas y cráneos, pero las vértebras son elementos que no se conservan bien y las que encontramos, en mayor o menor medida, suelen tener algún tipo de patología. El dolor de espalda que podemos sufrir hoy, ya se sufría entonces, no es algo nuevo.

-¿Fue esa escasez de estos restos lo que constituyó para usted un desafío como para hacerle especializarse en el estudio de la columna vertebral y la caja torácica de los homínidos?

-Cuando se aborda el estudio de un yacimiento paleontológicos de, pongamos, 40 millones de años, en el que aparecen distintas especies de animales, un paleontólogo de vertebrados puede estudiar la dentición en varias de ellas, por ejemplo. Pero cuando llegamos a los humanos los fósiles son más escasos y ya no hay especialistas sino superespecialistas en temas como los huesecillos del oído, la cara, el hueso temporal, las manos, los pies o la biomecánica de los huesos largos. En mi caso, en vértebras y costillas, que fue lo que me dijeron mis directores de tesis, Arsuaga y Carretero. Y la buena noticia es que en Atapuerca tenemos un registro excepcional y se podía abordar una tesis estudiando este material.

-Volviendo al tema de la caja torácica, ¿que fuese diferente a la nuestra significa que también lo eran los órganos que protege, como es el caso del corazón?

-En este caso hemos estudiado sobre todo fósiles de neanderthales y hemos visto que las costillas de arriba eran de igual tamaño y las del medio más grandes. Al final, lo que tenemos es un tórax que es más grande en general y consideramos que está en relación con un cuerpo más ancho y pesado comparado con nuestra especie. Tener un cuerpo más grande también requeriría de una mayor cantidad de calorías y para quemarlas se necesita oxígeno, porque lo normal es tener un tórax proporcionado a tu tamaño corporal.

-¿Cuál es el último hallazgo interesante que han hecho en Atapuerca respecto a este tipo de huesos que usted estudia?¿Sobre qué están trabajando?

-Trabajamos en algo que saldrá en breve.

-¿No puede decir nada todavía?

- Todavía no.

-Ese yacimiento se ha convertido en una sorpresa continua para quienes se interesan por estos temas.

-Es un conjunto de yacimientos que abarcan un millón de años y no es que sea excepcional sino que cada uno de los yacimientos en sí mismos son también excepcionales. En la Sima del Elefante se han encontrado los restos humanos más antiguos de Europa, de 1,2 millones de años. En la Gran Dolina están los restos de hace 800.000 años con los que se nombró la especie homo antecessor, que mostraba signos de canibalismo. Luego está la Cima de los Huesos, que tiene el 80% del registro fósil para el Pleistoceno Medio, para un periodo de medio millón de años comprendido desde 800.000 a 100.000 años.

-¿Trabajan allí durante todo el año? No sé si un invierno como el que hemos tenido permite una campaña normal o lo hacen sólo en verano para extraer restos.

-En el trabajo de campo participan cien personas más o menos, la mitad de los cuales son voluntarios y la otra mitad trabajamos ahí de forma continua. Sólo se realiza durante el verano, en los meses de junio y julio, un mes o mes y medio, dependiendo de cada yacimiento.

El resto del año estamos en laboratorio analizando esos restos. Hay gente además que participa en otros proyectos de investigación y somos unos 60 investigadores con tres codirectores, algunos de los cuales como José María Bermúdez de Castro que dirige el Cenieh en Burgos o Juan Luis Arsuaga que dirige el Centro Mixto para la Evolución Humana, en Madrid y Eudald Carbonell que tiene un Instituto de Paleoecología Humana en Cataluña. Además participan otros profesores de universidades como Alcalá, el País Vasco, Burgos, Zaragoza.Y, volviendo a la pregunta, con un invierno como el que hemos tenido ha sido imposible. Ya en verano es durísimo.

-No sé si ha dado más conferencias para médicos pero, ¿qué pueden aprender los galenos de hoy en día con datos como los que usted proporciona?

-Espero que les resulte interesante. Yo lo que puedo ofrecer es una dimensión temporal. El objeto de estudio es el mismo: el ser humano. En su caso, el objetivo es curar y en nuestro caso es conocerlo, saber cómo somos. Les puede resultar interesante, por un lado porque algunas cosas que están acostumbrados a ver en los huesos de hoy no siempre fueron así. Hay diferencias anatómicas relacionadas, por ejemplo, con nuestra forma de andar, a la que damos por hecha pero al ver un fósil comprobamos que era algo distinta.

Fuente: hoy.es

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