Una raza equina parecida a la actual 'Appaloosa', de librea blanca jaspeada con manchas negruzcas utilizada por los indios americanos, ya existía en España y el sur de Francia hace 25.000 años.
El hecho ha sido constatado por un grupo internacional de investigadores cuyo trabajo aparece publicado hoy en la revista "Proceedings of the National Academy of Sciences" (PNAS), tras estudiar restos óseos del Paleolítico Superior, algunos de ellos encontrados en cuevas españolas, y cotejar estos con pinturas rupestres de la misma época.
El investigador y jefe del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Arturo Morales Muñiz, explicó a Efe que la investigación aborda también una duda recurrente de quienes estudian el arte del Paleolítico y tratan de averiguar en qué medida es éste reflejo de una realidad pasada o producto de la imaginación humana.
Tal sería el caso de la cueva de Pech-Merle, en el sur de Francia y con más 25.000 años de antigüedad, donde aparecen, junto con otra fauna, grabados y dibujos de siluetas humanas y caballos con motas similares a la piel de un leopardo que se consideraban representativos de un mundo mágico desconectado de la realidad.
Sin embargo, tras secuenciar los genes de caballos encontrados en yacimientos paleolíticos de varios puntos del norte y centro de Europa, Asia y la Península Ibérica, los investigadores constataron que algunos de estos animales tenían un gen que "en doble recesivo" (copiado dos veces) es el responsable no sólo de estas manchas, sino también de la ceguera nocturna.
"Un caballo con ceguera nocturna sería presa fácil para los depredadores; por eso, pensábamos que estos caballos serían el producto de una selección artificial, iniciada tras la domesticación del caballo hace cinco mil años, mas que el resultado de la selección natural", explica Morales Muñiz.
El hecho de que caballos salvajes miles de años antes de la domesticación tuvieran ese gen apunta a que en su versión heterocigótica -no doble recesivo- el gen pudiera tener algún valor adaptativo que aún desconocemos y que, no obstante, ha posibilitado su persistencia, según el investigador.
Un hecho así no sería excepcional por cuanto existen genes, como el de la anemia falciforme, que si bien en su versión "doble recesivo" pueden resultar fatales, en su versión heterocigótica (con una sola copia) protegen al portador de la malaria.
"Es por tal razón -apunta Morales Muñiz- que numerosas poblaciones en zonas donde la malaria es endémica mantienen tal gen en frecuencias significativamente altas".
Estos caballos moteados, que seguramente fueron muy raros en condiciones naturales durante la prehistoria y que parecen incluso haber estado a punto de desaparecer en las primeras etapas de la domesticación, volvieron a ser relativamente frecuentes a partir de época histórica.
Entonces, su uso, más ornamental que utilitario, se puso de moda desde Persia a Europa occidental entre los dignatarios y notables de aquellas sociedades, "desembocando eventualmente en la aparición de una serie de razas entre las que encontramos al 'Appaloosa' americano"
El hecho ha sido constatado por un grupo internacional de investigadores cuyo trabajo aparece publicado hoy en la revista "Proceedings of the National Academy of Sciences" (PNAS), tras estudiar restos óseos del Paleolítico Superior, algunos de ellos encontrados en cuevas españolas, y cotejar estos con pinturas rupestres de la misma época.
El investigador y jefe del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Arturo Morales Muñiz, explicó a Efe que la investigación aborda también una duda recurrente de quienes estudian el arte del Paleolítico y tratan de averiguar en qué medida es éste reflejo de una realidad pasada o producto de la imaginación humana.
Tal sería el caso de la cueva de Pech-Merle, en el sur de Francia y con más 25.000 años de antigüedad, donde aparecen, junto con otra fauna, grabados y dibujos de siluetas humanas y caballos con motas similares a la piel de un leopardo que se consideraban representativos de un mundo mágico desconectado de la realidad.
Sin embargo, tras secuenciar los genes de caballos encontrados en yacimientos paleolíticos de varios puntos del norte y centro de Europa, Asia y la Península Ibérica, los investigadores constataron que algunos de estos animales tenían un gen que "en doble recesivo" (copiado dos veces) es el responsable no sólo de estas manchas, sino también de la ceguera nocturna.
"Un caballo con ceguera nocturna sería presa fácil para los depredadores; por eso, pensábamos que estos caballos serían el producto de una selección artificial, iniciada tras la domesticación del caballo hace cinco mil años, mas que el resultado de la selección natural", explica Morales Muñiz.
El hecho de que caballos salvajes miles de años antes de la domesticación tuvieran ese gen apunta a que en su versión heterocigótica -no doble recesivo- el gen pudiera tener algún valor adaptativo que aún desconocemos y que, no obstante, ha posibilitado su persistencia, según el investigador.
Un hecho así no sería excepcional por cuanto existen genes, como el de la anemia falciforme, que si bien en su versión "doble recesivo" pueden resultar fatales, en su versión heterocigótica (con una sola copia) protegen al portador de la malaria.
"Es por tal razón -apunta Morales Muñiz- que numerosas poblaciones en zonas donde la malaria es endémica mantienen tal gen en frecuencias significativamente altas".
Estos caballos moteados, que seguramente fueron muy raros en condiciones naturales durante la prehistoria y que parecen incluso haber estado a punto de desaparecer en las primeras etapas de la domesticación, volvieron a ser relativamente frecuentes a partir de época histórica.
Entonces, su uso, más ornamental que utilitario, se puso de moda desde Persia a Europa occidental entre los dignatarios y notables de aquellas sociedades, "desembocando eventualmente en la aparición de una serie de razas entre las que encontramos al 'Appaloosa' americano"
Fuente: EFE
No hay comentarios:
Publicar un comentario