El niño de Nariokotome - etapas de la reconstrucción facial forense. Foto: Wikipedia.
Hace al menos un millón de años, “un señor X” se paseó por este planeta con una cara similar a la suya. A la de usted, que está leyendo estas líneas. La cara moderna, esa con un perfil plano en el que sobresale la nariz, apareció hace al menos un millón de años en algún lugar entre el este de África y el sur de Europa, según sugieren nuevos datos recién publicados por científicos de España y EEUU.
La clave de la afirmación está en un hueso del centro de la cara desenterrado en 1994 en el yacimiento de la Gran Dolina de Atapuerca, en Burgos. El hueso, un maxilar, perteneció a un chaval que vivió hace unos 900.000 años en la zona .
Según el equipo de Atapuerca, el chico, de unos 11 años, fue asesinado durante un ataque de una tribu rival. Lo mataron, cortaron su carne con una piedra afilada y se lo zamparon. En la cultura de los de su especie, los Homo antecessor, el canibalismo era la forma de decir “tú y los tuyos no sois bienvenidos en este territorio”.
Si aquel suceso hubiera ocurrido hoy, la fotografía en la prensa del chico asesinado y devorado nos conmovería. Su cara era “suficientemente moderna como para pasar prácticamente desapercibida en un tren lleno de gente”, según el antropólogo Timothy Bromage, de la Universidad de Nueva York.
Bromage, junto a un amplio equipo que incluye a los tres codirectores de los yacimientos de Atapuerca y a la paleoantropóloga María Martinón-Torres, ha comparado el maxilar del chico asesinado en la Gran Dolina con el maxilar de otro célebre chaval fósil, el niño de Nariokotome, un Homo ergaster de unos nueve años que vivió hace 1,5 millones de años en lo que hoy es el lago Turkana, en Kenia.
Una goma de borrar hueso
Los autores recuerdan que el moderno rostro humano se diferencia del de los primeros miembros del género Homo en que nuestro perfil es relativamente plano. Técnicamente, los científicos lo denominan perfil ortognato, del griego orthos (recto) y gnathos (mandíbula): un perfil plano en el que sobresale una nariz. En cambio, los primeros Homo y nuestros primos los chimpancés son prognatos, con la mandíbula y el maxilar salientes hasta el punto de formar una especie de hocico.
“Hemos estudiado la dinámica del crecimiento facial. Un hueso no es estático. Hay unas células que depositan hueso y otras que destruyen hueso”, explica José María Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca. “En el cráneo de un niño actual casi todo es deposición ósea, porque está creciendo a un ritmo brutal, pero hay una excepción en la zona de debajo de la nariz, donde hay resorción ósea [eliminación de hueso]”, explica el paleoantropólogo. Al microscopio, es sencillo distinguir si un hueso fósil crecía o decrecía. “Hemos visto que, como sucede en los Homo sapiens, los Homo antecessor presentan esta resorción ósea debajo de la nariz”, añade el investigador.
Sin embargo, esta goma de borrar hueso que cincela el perfil humano por debajo de la nariz está ausente en el niño de Nariokotome, 600.000 años más antiguo. En su caso, el hueso crece hasta formar una especie de hocico, según sugiere Bermúdez de Castro. “Su patrón de crecimiento facial es similar al de los primeros miembros del género Homo y al de los Australopithecus”, afirman los autores en su estudio, recién publicado en la revista PLoS ONE.
“El señor X”
La clave de la afirmación está en un hueso del centro de la cara desenterrado en 1994 en el yacimiento de la Gran Dolina de Atapuerca, en Burgos. El hueso, un maxilar, perteneció a un chaval que vivió hace unos 900.000 años en la zona .
Según el equipo de Atapuerca, el chico, de unos 11 años, fue asesinado durante un ataque de una tribu rival. Lo mataron, cortaron su carne con una piedra afilada y se lo zamparon. En la cultura de los de su especie, los Homo antecessor, el canibalismo era la forma de decir “tú y los tuyos no sois bienvenidos en este territorio”.
Si aquel suceso hubiera ocurrido hoy, la fotografía en la prensa del chico asesinado y devorado nos conmovería. Su cara era “suficientemente moderna como para pasar prácticamente desapercibida en un tren lleno de gente”, según el antropólogo Timothy Bromage, de la Universidad de Nueva York.
Bromage, junto a un amplio equipo que incluye a los tres codirectores de los yacimientos de Atapuerca y a la paleoantropóloga María Martinón-Torres, ha comparado el maxilar del chico asesinado en la Gran Dolina con el maxilar de otro célebre chaval fósil, el niño de Nariokotome, un Homo ergaster de unos nueve años que vivió hace 1,5 millones de años en lo que hoy es el lago Turkana, en Kenia.
Una goma de borrar hueso
Los autores recuerdan que el moderno rostro humano se diferencia del de los primeros miembros del género Homo en que nuestro perfil es relativamente plano. Técnicamente, los científicos lo denominan perfil ortognato, del griego orthos (recto) y gnathos (mandíbula): un perfil plano en el que sobresale una nariz. En cambio, los primeros Homo y nuestros primos los chimpancés son prognatos, con la mandíbula y el maxilar salientes hasta el punto de formar una especie de hocico.
“Hemos estudiado la dinámica del crecimiento facial. Un hueso no es estático. Hay unas células que depositan hueso y otras que destruyen hueso”, explica José María Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca. “En el cráneo de un niño actual casi todo es deposición ósea, porque está creciendo a un ritmo brutal, pero hay una excepción en la zona de debajo de la nariz, donde hay resorción ósea [eliminación de hueso]”, explica el paleoantropólogo. Al microscopio, es sencillo distinguir si un hueso fósil crecía o decrecía. “Hemos visto que, como sucede en los Homo sapiens, los Homo antecessor presentan esta resorción ósea debajo de la nariz”, añade el investigador.
Sin embargo, esta goma de borrar hueso que cincela el perfil humano por debajo de la nariz está ausente en el niño de Nariokotome, 600.000 años más antiguo. En su caso, el hueso crece hasta formar una especie de hocico, según sugiere Bermúdez de Castro. “Su patrón de crecimiento facial es similar al de los primeros miembros del género Homo y al de los Australopithecus”, afirman los autores en su estudio, recién publicado en la revista PLoS ONE.
“El señor X”
“Hace por lo menos un millón de años apareció el señor X, como le llamamos nosotros, con una cara moderna, que estaría asociada a una mayor capacidad craneal, de más de 1.000 centímetros cúbicos, y a un desarrollo dental moderno”, hipotetiza Bermúdez de Castro. Todos esos rasgos están presentes en el Homo antecessor, una especie de momento sólo identificada en Atapuerca.
Ese “señor X” es, a juicio del paleoantropólogo, “el origen de la humanidad moderna”. ¿Y quién fue ese señor X? “Todavía no lo sabemos, porque hablamos de una época muy oscura, hace un millón de años, con pocos restos fósiles”, admite.
En su opinión, ese señor X con cara moderna pudo surgir a partir de los africanos Homo ergaster o incluso de los Homo georgicus, que vivieron en la actual Georgia hace 1,8 millones de años. “De momento, los fósiles de Homo antecessor hallados en la Gran Dolina de Atapuerca son lo más parecido que conocemos a ese señor X”, asegura Bermúdez de Castro.
“Los procesos de crecimiento facial por sí solos no crean una anatomía facial que podamos considerar moderna”, matiza Timothy Bromage. Su equipo, de hecho, ya identificó este crecimiento facial característico de los humanos modernos en una especie de homínidos que vivió hace entre 2,5 millones y un millón de años: los Paranthropus. Pero estos homínidos primitivos no contaban con un segundo factor importante para presentar una cara moderna: un cerebro de gran tamaño. Su capacidad craneal se reducía a 500 centímetros cúbicos, la mitad que la de los Homo antecessor.
Fotos: Izquierda: Vista lateral de KNM-WT 15000 (Homo erectus/ergaster); Derecha: Vista lateral de ATD6-69 (Homo antecessor). Tenga en cuenta las diferencias en la proyección facial y en la topografía del maxilar.
Un cerebro de gran tamaño
“Ahora sabemos que cuanto mayor sea el cerebro, más se retraen las mandíbulas por debajo de los lóbulos frontales del cerebro. Esto significa que la región de la frente es mucho más visible en los Homo antecessor que en los Paranthropus o incluso en los Homo ergaster”, señala Bromage.
“Como mínimo, podemos decir que los mecanismos de crecimiento facial y el incremento del tamaño del cerebro en los Homo antecessor están integrados para crear en esta fecha temprana una cara humana más moderna que cualquiera que hayamos visto antes en cualquier otra especie fósil”, añade.
“Ahora sabemos que cuanto mayor sea el cerebro, más se retraen las mandíbulas por debajo de los lóbulos frontales del cerebro. Esto significa que la región de la frente es mucho más visible en los Homo antecessor que en los Paranthropus o incluso en los Homo ergaster”, señala Bromage.
“Como mínimo, podemos decir que los mecanismos de crecimiento facial y el incremento del tamaño del cerebro en los Homo antecessor están integrados para crear en esta fecha temprana una cara humana más moderna que cualquiera que hayamos visto antes en cualquier otra especie fósil”, añade.
Fuente: http://terraeantiqvae.com
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