Traza de domicilio en forma de galería.
Mediante el análisis de las huellas o “trazas”, esta disciplina es capaz de conocer el comportamiento de los organismos que las producen y las características del ambiente en el pasado prehistórico. Es que, el grupo de investigación del Laboratorio de Geología Andina del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET) centra sus estudios en los animales que habitaron mares y océanos hace cientos de millones de años.
En diálogo con la Agencia CTyS, el doctor en Geología e investigador superior del CONICET, Eduardo Olivero, explica que “las trazas fósiles tienen la enorme ventaja de dejar en las rocas sedimentarias un registro de organismos que normalmente no dejan registros fósiles”, puesto que, a diferencia de los dinosaurios u otros invertebrados con caparazones, estos organismos de cuerpo blando carecían de huesos duros o caparazones y conchillas.
A fines del Precámbrico, antes del Paleozoico, los mares y océanos estaban dominados por organismos multicelulares variados. Las trazas que dejaron cuando se desplazaban fueron cubiertas por el sedimento. Posteriormente, quedaron preservadas en la roca y permanecieron intactas por millones de años.
De esta manera, existen trazas que reflejan diferentes comportamientos. Por ejemplo, existieron organismos que ingresaron al sedimento marino para hacer su domicilio, entonces, los registros encontrados fueron llamados “trazas de domicilio”; otro para buscar alimento que dejaron “trazas de alimentación”.
“Las trazas de domicilio son especies de galerías o estructuras que alojaban al organismo de cuerpo blando. En tanto, existieron organismos que penetraron en el sedimento para buscar alimento que están adheridos a partículas como limo o arcilla. Allí, el organismo ingiere esas partículas sedimentarias que tienen adheridas bacterias y otras sustancias orgánicas nutritivas y luego las excretan de una manera particular, lo que indica que el organismo estaba comiendo”, resalta Olivero.
Como dato curioso, existieron organismos que se dedicaron a la agricultura en las profundidades más oscuras del océano. “Hacían un sistema de galerías en el interior del sedimento, donde no hay oxígeno, bombeaban sulfato del agua de mar y adentro había bacterias que degradan ese sulfato. Entonces, cultivaban bacterias para alimentarse”, cuenta el investigador y agrega: “estas trazas particulares de agricultura, permitieron reconocer depósitos marinos profundos del Terciario en Tierra del Fuego, que son únicos para la Argentina para esta edad”.
El análisis del comportamiento no es el único objeto de estudio de la icnología, sino que además, su potencial permite conocer cómo era el ambiente en el cual vivían los organismos. “Las trazas de los crustáceos son dominantes en ambientes costeros. Entonces, si encontramos trazas de crustáceos en rocas sedimentarias del pasado geológico podemos inferir que los sedimentos que alojan estas trazas se depositaron en un ambiente costero”, aclara Isabel López Cabrera, profesional de CADIC-CONICET, que colabora en las investigaciones.
De hecho, la icnología es una de las disciplinas paleombientales que logró determinar el límite entre la extensa era del Precámbrico, que se inicia hacia los 4.500 millones de años, y la era del Paleozoico, que comienza hacia los 540 millones de años, y que se define sobre la sobre la base de una traza fósil. “Porque esa traza fósil solo pudo haber sido hecha por un metazoario complejo. Marca una diferencia enorme entre un organismo unicelular, como es la vida dominante en el Precámbrico, y la vida multicelular organizada que es característica del Paleozoico”, concluye el geólogo.
Fuente: elcordillerano.com.ar